REFORMAS
POLITICAS SIN FORMACIÒN POLÌTICA
David Jiménez[1]
“Si la democracia es
el gobierno de las mayorías, ¿cómo es posible que las mayorías estén
desprotegidas, y se encuentren en la pobreza o en la miseria?"
Carlos Gaviria Díaz, 10
de abril de 2006, entrevista con la revista Semana.
La gran reforma al sistema
político colombiano fue la constitución de 1991, hecha con la promesa de cambiar
las realidades del momento, corrupción, violencia, clientelismo, pobreza, garantía
de derechos fundamentales, mediante la construcción de una cultura política
democrática y participativa.
El Estado Colombiano aún no se ha transformado, aunque ha
logrado la modernización en algunos aspectos económicos y tecnológicos, poco ha
cambiado poco o casi nada las ideas y valores como nación.
En
las encuestas de opinión pública o en los sondeos de opinión, siempre nuestras
instituciones políticas no tienen buena percepción ciudadana, pero todo sigue
igual, no cambia nada después de divulgarlas. Todo se debe a la pobrísima
formación política de los ciudadanos.
En
el escenario pos-constitución de 1991 tenemos varios episodios de infiltración
del crimen y la ilegalidad espaciados en el tiempo, pero sintomáticos. Tales
como el proceso 8000, la parapolítica, y el caso Odebrecht, por mencionar los
más importantes. Entre tanto nada cambia, ni con la reforma política de 2003, y
tampoco con la 2009 que modifico el sistema electoral y las reglas de juego
para los partidos políticos.
El
germen de la corrupción sigue como si nada, sin antídoto para el sistema
político colombiano, y empieza de nuevo a agenciarse otra reforma política que
por lo empieza a filtrarse no atacará el mal verdadero y palpitante.
La tesis de los politólogos
Francisco Leal Buitrago y Andrés Dávila en su gran trabajo titulado “Clientelismo: el sistema político y su
expresión regional” de los años 90s del siglo pasado, donde indican que el
clientelismo ha sido parte del sistema desde siempre y su reproducción igual,
esto quiere decir, que la corrupción política acompaña a la república desde el
nacimiento, y nuestro país tiene esa patología o diagnostico político
incorporado al sentido común imperante.
La corrupción y el clientelismo
consuetudinarios
La
reproducción de la corrupción y el clientelismo, se debe principalmente a la
falta de formación política democrática y crítica de los ciudadanos.
Actualmente, encontramos cómo el Departamento de la Guajira tiene a sus últimos
gobernadores elegidos con compra descarada y sistemática de votos para mitigar
por días la pobreza de los electores, y rodeados de problemas judiciales, pero
nadie ha mirado los niveles educativos de la población guajira.
Tampoco
han revisado la oferta y calidad educativa en la educación básica, media y
superior; y no solo la que se ofrece en esa región, sino para casi todos los
Departamentos y Municipios del país.
Para
la transformación de la cultura política, un principal eje fundamental es la
transformación del sistema educativo público, donde aparte de los indicadores
de calidad educativa que evalúan la OCDE para decirnos si estamos mal o no en
matemáticas, compresión de lectura o inglés; se debe dignificar y mejorar de
tajo la labor docente, donde los profesores en colegios y universidades
publicas sean los mejores y bien remunerados, para que la educación pública de
calidad se ofrezca en todos los niveles en todas las regiones del país.
Es igualmente necesario un modelo educativo
que incorpora la autocrítica y critica, y el empleo regular de las
estadísticas, orientadas bajo los principios democráticos tanto en las aulas y
fuera de estas en la sociedad civil. En ellas debe formarse la joven ciudadanía
bajo las premisas de la autonomía individual y colectiva.
Esta
es la principal escuela donde se forma políticamente esa gran mayoría de
colombianos de estratos 1, 2 y 3, y a la que deben acceder millones de
trabajadores, desempleados y campesinos durante los fines de semana, quienes
concurran a las aulas de las instituciones de educación pública, si se quiere
hacer de Colombia la más educada para el año 2025, como lo declama el actual
presidente en todo escenario público.
Unos
y otros serán quienes desmonten el poder de las clientelas y la feria de la
compra de los votos a una ciudadanía famélica, poniendo en su sitio a las
elites políticas y económicas tradicionales, quienes llevan disfrutando de los
privilegios del poder del Estado desde el 20 de julio de 1810. Estamos
pendientes de la nueva independencia que abra las avenidas de la democracia por
y para los muchos.
[1] Politólogo,
magister en estudios políticos. Participante externo del GPYP/Unal-unijus.
E-mail: presid.y.partic@gmail.com