martes, 27 de julio de 2010

Texto remitido por el colega Alfredo Arango del sitio Puentelevadizo, quien reside en Miami.

Apartes del asunto del periodista Hollman Morris

EEUU no admite a periodistas dignos de Harvard


Hollman Morris, el periodista colombiano más reconocido internacionalmente, llega a Gijón en medio de un huracán. Estados Unidos le ha denegado la visa para poder estudiar la beca Nieman de la Universidad Harvard, la más prestigiosa entre la profesión, por supuestos vínculos con el terrorismo, como él mismo explica.

Organizaciones internacionales de periodistas,Human Rights Watch, que le concedió el Premio Defensor de Derechos Humanos del año 2007, así como universidades o la Fundación Nuevo Periodismo de Iberoamericana han puesto el grito en el cielo contra un hecho que es la continuación de la campaña de desprestigio que el gobierno de Uribe lleva años poniendo en práctica por hacer un periodismo que visibiliza a las víctimas de todos los bandos, de las guerrillas, pero también de los paramilitares, de los parapolíticos, del Ejército y del Estado.

Ahora, el Departamento de Estado ha respaldado su decisión en el Acta Patriótica, la ley que el gobierno de Bush promulgó en 2001 para ampliar la capacidad del control del Estado para combatir el terrorismo. En Colombia ser un buen periodista o un defensor de Derechos Humanos ha sido tildado por el gobierno uribista de aliados del terrorismo en más de una ocasión, una práctica que en Colombia se conoce como señalamiento y que supone la inmediata puesta en la mirilla de los grupos militares de extrema derecha.

sábado, 24 de julio de 2010

En la reflexión sobre el Bicentenario de la Independencia, el profesor e investigador Juan Carlos García Lozano escribió este texto originalmente publicado en El Tiempo.com al conmemorarse una vez más el 20 de julio. Este texto es un anticipo de los tópicos que serán tratados en el curso sobre Subalternidad y Contra-hegemonía en Colombia, 1780-1854, programado para este segundo semestre en la carrera de Ciencia Política en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia, en la sede principal, Bogotá.


LAS IMPRECISIONES POLÍTICAS DEL 20 DE JULIO

Juan Carlos García

Profesor de la Universidad Nacional de Colombia. Grupo de Investigación Presidencialismo y Participación. jcgarcialo@unal.edu.co


En primer lugar, se dice que el 20 de julio fue el grito de Independencia de Colombia. Si entendemos Independencia como autonomía política y administrativa de España, Colombia sólo fue independiente con la victoria patriota en la batalla de Boyacá el 7 de agosto de 1819. Para que llegáramos a la Independencia hubo que pasar por la guerra insurreccional contra España.

Formar un Ejército de desheredados comandado por el Libertador Simón Bolívar, contar con un proyecto político republicano y liquidar las desigualdades sociales representadas todas ellas en la esclavitud y la servidumbre del 95% de la población, unos 700 mil habitantes. Tal proceso no se dio el 20 de julio de 1810, pues los ilustrados no querían hacer la guerra ni pensaban en la República y mucho menos en los esclavos.

Segunda imprecisión

La entidad política que el 20 de julio de 1810 anuncia la Independencia de España se llama, y se siguió llamando así, Nueva Granada. No se llamó Colombia, justamente porque a dicho conato de Independencia le hizo falta una ideología republicana, anticolonial, revolucionaria, que no tenía ni podía tener, y el imaginario de los ilustrados, literatos y abogados que impulsaron dicho grito se afincó en una mentalidad colonial que tres siglos de “tiranía”, como la llamó Bolívar, no podía borrarse con anuncios, emplazamientos y discursos al estilo de José Acevedo y Gómez. Sólo la guerra enseñó cómo se forja entre batallas una ideología republicana, una “democracia de cuartel” según lo expresara Antonio García Nossa en uno de sus ensayos de crítica histórico social.

El 15 de febrero de 1819 en el Congreso de Angostura, seis meses antes de la batalla de Boyacá, se institucionaliza lo que se llamará para la gloria de Bolívar la Republica de Colombia, en la proyección que por entonces hizo de un vasto territorio que cubriera la antigua Venezuela y Nueva Granada. Para 1820 y 1821 se sumó Ecuador y Panamá al proyecto histórico de realizar una gran República, la patria de todas las patrias, al decir de Leopoldo Zea. Este nombre también daba honor a sus padres históricos, pues Colombia es el proyecto venezolano originado en la genialidad del precursor Francisco de Miranda.

Así pues para el 20 de julio de 1810 la entidad política llamada Colombia no existe y menos el nombre en el verbo encendido de los criollos de Santa Fe, Cartagena, Mompox o Tunja. La República de Colombia es un proyecto que viene de Venezuela y es, como enseñó Bolívar, “hija de la guerra”. Sin la guerra social librada no hubiera existido la República ni la Independencia, afirmaba Indalecio Liévano Aguirre en su renovadora interpretación de la historia nacional. Y fue por no saber hacer la guerra que el general Pablo Morillo ajustició en la horca a los letrados de Santa Fe en 1816, como Camilo Torres, salvándose algunos al huir a los Llanos como lo hizo Francisco de Paula Santander, en prisión otros por desear ser libres como Antonio Nariño o muriendo en la selva mientras huían del terror español como aconteció con José María Carbonell.

Tercera imprecisión

La institución colonial por excelencia fue la esclavitud, esto es, la subordinación y la explotación de los negros al poder del blanco conquistador. Al repasar el proceso del 20 de julio de 1810 y los sucesos que le siguieron, no se modificó la esclavitud ni la servidumbre, pues muchos de quienes respaldaron el grito de Independencia en Santa Fe, Tunja o Cartagena sólo veían en ello la oportunidad para seguir dominando sobres sus vasallos, peones, aparceros y siervos en las haciendas y en las minas, ahora, sin la tutela ni los impuestos de España.

Los sucesos del 20 de julio anuncian la igualdad de los derechos, es cierto, pero para los criollos, para los letrados, para los ilustrados, todos blancos, un 5% de la población a los sumo. No ocurrió así para los indígenas, negros o grupos subalternos como aparceros y mineros. La guerra insurreccional es la que despierta el deseo de liberar a la servidumbre y a los esclavos, en parte porque se requieren soldados, y porque como lo enseñó Bolívar: si se habla de libertad y se deja en la esclavitud a las montoneras no se hace ninguna Independencia. En suma, el grito del 20 de julio de 1810, su epopeya discursiva y jurídica, deja de lado la realidad social de la multitud excluida, el 95 por ciento de la población.

Estos tres puntos de análisis, la guerra, la República y la esclavitud, son los que el 20 de julio de 1810 no aborda. Para los letrados de entonces, como para los de ahora, la Independencia de España es una cuestión de semántica que se resuelve en la burocracia administrativa, con decretos. Los criollos habitantes de las pequeñas ciudades de Nueva Granada, (Santa Fe tendría 20 mil habitantes) vociferaron contra la representación política excluyente de España. Su deseo era ocupar los puestos de gobierno y representación, las juntas o los cabildos, lo que hicieron. No había ideología republicana alguna, porque los criollos granadinos no eran republicanos, como sí lo fueron los venezolanos, quienes también eran guerreros.

Legitimar un discurso jurídico y filosófico soberano, desde el poder, el de los letrados del 20 de julio se oculta, se desprecia un discurso subalterno de antagonismo social y de reivindicación igualitaria de los excluidos nacido de la guerra civil que la presencia de Simón Bolívar articuló en la Nueva Granada desde 1812 cuando con el Manifiesto de Cartagena anunció una verdad histórica: la Independencia de América significa la unión de América. Más aún, la unidad de América significa crear una gran República, Colombia.

jueves, 22 de julio de 2010

Sobre las reclamaciones de Ingrid Betancurt
Un escrito de Jorge Arboleda desde la escuela de graduados CUNY, New York


Primero, ella está tratando de darle oxígeno a su vida politica opacada por su desaparicion de la vida pública hace más de 8 años.

Con su demanda Ingrid busca es convertirse en adalid de todos aquellos que en Colombia han sufrido el secuestro y de sus familias. Demostrando que si el estado -aquel ente no tan abstracto quien se supone debe proteger los bienes y honra de sus ciudadanos- falló en la protección de los secuestrados estos pueden acudir a los entes judiciales para que el mismo Estado les repare por los daños causados ante la negligencia en la protecion de todos los que han sido secuestrados en teritorios que se dicen bajo la jurisdiccion estatal colombiana.


Segundo, y entrando en mas detalle: el argumento del gobierno de que "se le advirtio que no fuera a la desaparecida zona de distension" se queda sin piso cuando quien la llevo a dicha zona fue un vehiculo propiciado por un cuerpo de seguridad del estado mismo. Además, si la zona de distensión ya no existía, eso quiere decir que el estado habia recuperado su domino sobre dicha zona, es decir que podia garantizar la seguridad de todos los colombianos que a ella entraran.


Tercero, El gobierno, ente que no esta compuesto de bobalicones, sabe perfectamente el riesgo que la demanda implica y por ello tambien ha acudido a las argucias de usar todal la propaganda a su alcance para "negrear" la imagen de la ex-secuestrada y declararla com persona no-grata con el animo de la afectar la neutralidad de los jueces. Al gobierno (presidente, ministros y demás) no les preocupa tanto el caso unico de Ingrid, sino los miles de casos que se le vendrian encima con miles de demandas. Imaginense uds. cuantos miles de millones de dolares tendrian que pagar los contribuyentes en danos por todos los secuestrados existentes desde el primer secuestro que parece ser el de Oliverio Lara por allá en los 60s?

Además, el problema con el que se enfrenta el gobierno ahora es que la susodicha es una de las vacas sagradas del regimen a quien negarle sus derechos no es como negarselos a ciudadanos comunes y corrientes quienes han sufrido los vejamenes del secuestro.

El gobierno sabe que no es lo mismo si la demanda viniera de uno de los pobres soldados secuestrados a quienes ellos de forma legal o ilegal acallarian. Con mademoiselle de Betancourt, el gobierno sabe las cosas son a otro precio. Recordemos que este es un pais en donde la justicia es para los de ruana.


Cuarto, lo de la codicia de dona Ingrid, se queda pequeno ante las oportunidades que ella tiene de revivir su rol de lider en la politica colombiana. Ella no es pendeja y sabe que despues de semejante tormenta vendrá una calma en la que nada tiene que perder y si mucho que ganar. Es como el cazador a quien no le importa mucho perder un disparo y si mas bien conseguir la presa. Si le va mal retorna a Francia en donde mal que bien hay un poco de idiotas (incluido el ahora alicaido Villepein) que se la creen que ella es como una Juana de Arco "de coleur" y por tanto digna de admiracion. Si le va bien, en cambio, tiene la oportunidad de volver al senado, y hasta presidente hacerse para seguir ordegnando la teta del estado que es lo que ella ha aprendido muy bien por ensenanzas de sus adorados papa (qepd) y mama, quien, esta uútima es además maestra en el arte del ordegno estatal tan común entre nuestra encumbrada aristocracia de cuchicute.


Quinto, El modelo que Ingrid sigue quizas es dificil de distinguir para el hombre del comun pero muy común para los conocedores de como se hace la política en la Francia de la posguerra. Te buscas un loco bien deschavetado y le haces que le tire agua sucia en la cara a un encumbrado politico o líder y de alli sacas un nuevo líder, quien a finales resulta ser el deschavetado nuevo filosofo de la politica contemporanea. Es la idea que han seguido los "irreverentes" franceses que todos conocemos desde Sartre hasta Foucault o desde Giscard D'Estaing hasta Miterrand (con excepciones, claro esta, como las del judeo-americano Sarkozy). Asi que, Ingrid piensa, le echa el agua sucia al politico reputado (Uribe-Santos) y lo que vendra entonces sera una llamada a conciliacion y de ahi su entrada triunfal de nuevo en la politica colombiana.


Sexto, quien ahora debe tenerse duro es dona Piedad Cordoba. Si esta última ofrecía trabajar por la libertad de los secuestrados la Betancourt lo que ofrecera sera trabajar no solo por la libertad simple sino por lo que de seguro llamara "libertad con dignidad" o "libertad con bienestar" ,etc. (o algun nombre ridiculo de esos que ponen los politicos). Con ello dejará a la senadora paisa sin piso en su lucha por la mera libertad y entonces sera esta Juana de Arco del cuchuco quien se aduene del territorio de los secuestrados ofreciendo entonces a los mismos derechos de reparacion y demas. Bye-bye Piedad!

Séptimo, a los periodistas de medios como Semana les aterra que nuestra muy sufrida Ingrid haya aparecido a despotricar del estado justo a los dos anos del pantallazo de Jaque y a pocos dias del fin del gobierno de Von Uribe. Pues que no se aterren de a mucho que la no muy boba vino fue tambien a ver si le ofrecen puesto y como el puesto no se lo ofrecen sino a quien puede hacerles dano, entonces ella espera que con el cuchillo en mano de la posible demanda y sus consecuencias, Lord Santos ha de capitular y ofrecerle alguna cosa. Eso si, segun ella, no podra ser nada de menor valor a lo que ella "leglamente" tiene derecho. Y sino, que dejen que el juez decida.


Octavo, y haciendole honor a su buen nombre de ingles arcaico "bed-and-court" ( de "cama y cortejo") es posible que la heroina de esta revoulucion afrancesada termine por acostarse con el mejor postor y aceptar no el fruto economico de sus demandas, sino el pago en capital politico que es mas lucrativo que la demanda misma. La embajada en Paris estaria pequena, pero nada de raro de la Comision de Paz, o algo de Derechos Humanos, etc. todo mientras llega la nueva eleccion. Con tal de seguir ordegnando la teta estatal, mucho se puede aceptar (una nueva rima).

Asi, pasados unos dias, los colombianos olvidaremos que a la doctora, heroina, Betancourt un dia se le ocurrrio la gran idea de demandar al estado para que este la gratificara nombrandola como una de los suyos.

No nos olvidemos que ella es de "los suyos" y que en esta republica de platanales y gamonales dichosos a los que el estado atroppella porque de alli caeran muchos frutos que, de paso, engordaran las arcas de los mandones de siempre y no las de los directamente afectados. Y ahora si, como en seriado de TV, sentemonos y esperemos por las primeras filas de ex-secuestrados con sus demandas y con los nuevos que de seguro, retrazados y todo, le pediran a las FARC que por favor les secuestre.

Un texto de Carlos Vidales que nos envía Luis Mejía

Aquí está un escrito del historiador Carlos Vidales, hijo del poeta Luis Vidales, autor de Suenan Timbres. El historiador reside en Suecia hace muchos años donde se exiló en los tiempos de la persecución al M-19. Es un escritor de los temas cruciales de Colombia desde una perspectiva de los grupos y clases subalternas, y alguien que utilizan técnicas narrativas heterodoxas. N de la R.



El día que le pegamos a Llorente
(20 de julio de 1810)

La Plaza Mayor de Santa Fe de Bogotá, escenario de los dramáticos sucesos que se narran en esta historia de floreros, reyertas y revoluciones patrióticas. Era, como siempe suele ocurrir, un día de mercado.

Me acuerdo muy bien: todos nos levantamos muy temprano ese día.

Era viernes. Los mercachifles y marchantas del mercado semanal, en número mucho mayor que el acostumbrado, ocuparon sus puestos en la Plaza Mayor, que ahora le llaman "de Bolívar", con tal orden y disciplina, que ya a las cuatro y media de la mañana estaba cada uno en su lugar, con sus achicorias, arracachas, coles y verdolagas dispuestas para el regateo. Había un silencio raro en el aire y se percibía una tensión general, como si todos supieran que algo muy gordo estaba a punto de suceder. Hasta los perros de los marchantes, con las narices mojadas por la niebla fría del amanecer, vigilaban anhelantes la esquina del Cabildo, las ventanas del Palacio del Virrey, la explanada del Colegio de San Bartolomé y la puerta de la Cárcel Mayor.

A las cinco en punto comenzó la misa en la Catedral, que a esa hora estaba ya repleta hasta los topes. Todos los adultos comulgaron, mirándose con recelo los unos a los otros. Los señores chapetones y sus familias, ocupando los bancos mas cercanos al altar, echaban de vez en cuando miradas de odio y desprecio a los criollos y sus familias, que se mantenían todos agrupados más atrás, muy dignos, en las bancadas cercanas a la puerta. El populacho, la plebe, la chusma, es decir el pueblo humilde, honrado y trabajador, oía la misa y se rascaba los piojos de pie, en las naves laterales, donde las imágenes de los santos milagrosos miraban al cielo con expresión de sufrimiento, agobiadas por el olor a ruana sudada, alpargata macerada y enjalma inmemorial.

Todos estaban nerviosos, aunque todos estaban estragados por el sueño y el cansancio. Nadie había dormido la noche anterior. En las casas de los criollos más notables se había permanecido en vela, y grupos de campesinos y arrieros "voluntarios" habían montado guardia en los portones y zaguanes, porque corría la voz de que los chapetones planeaban asesinar a las diecinueve familias más importantes de la cachaquería. Circulaba una lista, supuestamente hecha por los españoles, en que constaban los nombres de los jefes de esas familias: el señor Emigdio Benítez Plata en primer lugar, don Camilo Torres en segundo, don José Acevedo y Gómez en tercero... A este plan siniestro se le había dado el nombre de "La Conspiración Infiesta", porque era precisamente el señor Infiesta, oidor de la Real Audiencia, quien había dicho en corrillo de amigos y compadres que era necesario eliminar a los criollos de más prestigio para garantizar el orden y la tranquilidad. El señor Infiesta pertenecía a esa clase de cretinos que creen posible tranquilizar al pueblo asesinándole su gente.

Los chapetones también estaban agotados, porque entre ellos había corrido el rumor de que esa noche los criollos iban a hacer una matanza general de españoles. Por eso, aunque se habían ido a dormir temprano, se les había pasado la noche revolcándose en la cama, intranquilos, tratando de creer en las palabras del oidor Hernández de Alba:

    - "Los americanos son como los perros sin dientes: ladran, pero no muerden".

Yo también estaba sin dormir, porque mi papá me había llevado a la casa del sabio Caldas, donde se hizo una reunión en la que participaron don Camilo Torres, don Frutos Joaquín Gutiérrez, don José Acevedo y Gómez, don Miguel Pombo, don Francisco Morales, y otros varios cachacos de lo más fino. Recuerdo que don Camilo Torres, muy elegante con su casaca de paño color carmelita y sus pantalones de lino blanco, se paseaba de un lado a otro y dos o tres veces se lamentó de la ausencia de don Antonio Nariño. Ya hacía dos meses que los malditos chapetones habían mandado a Nariño a Cartagena, con grilletes en las manos y en los pies, porque sospechaban que don Antonio estaba preparando un motín para disolver al Reino. Recuerdo también que a mí, por ser niño, me dieron agua de panela y unas galletas, y que ellos tomaron café con excepción del sabio Caldas, que prefería el "té de Bogotá", traído de la finca de Nariño.

A mí me gustaba mucho estar cerca de Caldas, porque parecía como un niño, con la casaca abierta y la camisa desabrochada, siempre dibujando mamarrachos y fórmulas incomprensibles en sus cuadernos de apuntes. Esa noche, mientras don Camilo Torres daba instrucciones severas a todos y explicaba que era necesario provocar un incidente violento con los chapetones, haciéndolos aparecer a ellos como culpables, porque, según decía, "para asegurar el éxito es necesario que la chispa incendiaria parta del vivac enemigo", Caldas dibujó en un pedazo de papel un óvalo cruzado por una raya, más o menos así:


y me preguntó: "A ver, jovencito, ¿qué significa esto?" Yo examiné el enigma desde la altura de mis doce años y le contesté sin vacilar: "O larga y negra partida". El se echó a reír y me dijo: "Esa interpretación vale para cuando a uno lo van a fusilar: ¡Oh, larga y negra partida...! Por ahora la explicación es otra, y yo se la resumo diciendo que basta con partir un solo eslabón para que se rompa toda la cadena".

Don José Acevedo y Gómez, que oyó estas últimas palabras, comentó: "Eso es muy cierto. Y lo que necesitamos en este momento es saber cuál es el eslabón que conviene partir". Luego se llevó a mi papá a un rincón y le habló en voz baja. Los ví discutir unos instantes. Después de eso mi papá vino y me ordenó: "Vaya y acuéstese en la otra pieza. Duérmase, porque mañana tenemos mucho que hacer, y yo lo voy a necesitar para que traiga y lleve recados". Yo le hice caso porque me di cuenta de que ellos querían discutir lo del eslabón sin que mis orejas pudieran oir. Mi papá era admirador de Rousseau y a mí me educaba según el método propuesto en el "Emilio", y por eso para mí era muy fácil obedecerle. Yo confiaba en él.

He contado todo esto para que ustedes entiendan que al amanecer del 20 de julio de 1810 todos los habitantes de Santafé estábamos trasnochados y nerviosos. Todos, excepto don José González Llorente y su familia. Ellos eran los únicos que habían dormido tranquilos, porque don José González Llorente era un pan de Dios que nunca se metía en chismes, jamás hablaba de política con nadie, y por lo tanto él y su familia eran los únicos en todo el virreinato que no sabían lo que estaba pasando.

Don José González Llorente era chapetón, nacido en Cádiz, pero se había casado con una criolla, a la cual amaba y respetaba con veneración. Aparte de sus hijos y de su mujer, don José González Llorente mantenía en su casa a doce mujeres más: once hermanas de su esposa y la mamá de todas. Era, en consecuencia, un santo, y Dios lo debe tener en su gloria. Su generosidad era proverbial, su simpatía por los criollos evidente, su tienda estaba muy bien situada, a pocos metros de la Catedral, bien surtida con paños y manteles y vajillas y cristales y floreros. Yo lo quería, porque siempre me regalaba algún dulce y me acariciaba la cabeza cuando yo iba a recoger los tabacos para mi papá.

Apenas terminó la misa todo el mundo se desbandó para sus casas. Don José González Llorrente, sus hijos, su mujer, su suegra y sus once cuñadas, seguidos por cuatro sirvientas almidonadas y un criado adolescente, se fueron muy en fila y se encerraron en su domicilio, sin hablar con nadie y pensando solamente en Cristo y sus apóstoles.

La niebla de la mañana se había disipado. En la Plaza Mayor el mercado hervía de susurros y cuchicheos, pero en toda la ciudad se alcanzaba a oir el ruido que hacían la cachaquería y la chapetonería, a unísono, sorbiendo en sus hogares el chocolate caliente, el caldo de pollo y el cuchuco suculento del almuerzo. Gente timorata, zanahoria y rinconera, los santafereños de lustre refocilaban el estómago después del extenuante esfuerzo de oir misa.

A las nueve de la mañana don José González Llorente abrió su tienda, situada en la Calle Real, ahí mismo donde está ahora la llamada "Casa del Florero". En ese momento yo estaba en mi casa, a cuatro cuadras de allí, recibiendo la siguiente orden de mi papá: "Vaya donde el señor Llorente y observe la situación. Si ocurre alguna novedad, avísele a don José Acevedo y Gómez y después véngase a ver en qué lo necesito".

Yo salí corriendo a cumplir el encargo, y llegué a mi puesto de observación en el preciso instante en que los hermanos Morales se dirigían al señor González Llorente con estas amables palabras:

    -"Oiga usted, señor, venimos a que nos preste el florero bonito ese que tiene para adornar la sala en la que vamos a darle la recepción a don Antonio Villavicencio. Ya sabemos que usted es un chapetón recalcitrante y que nos odia a los criollos, pero suponemos que no será tan grosero como para faltar a las reglas de la hospitalidad. ¿No es así?"

El pobre don González Llorente se puso colorado, y tartamudeando de la sorpresa, contestó:

    -"¿Pero de dónde sacan vuestras mercedes, señores míos, que yo odio a los criollos? ¿Y por qué me hablan vuestras mercedes en ese tono tan insultante? ¿Les he faltado yo en algo alguna vez, he sido desatento con vuestras mercedes o con vuestras honradas esposas o madres o hermanas? ¡Por supuesto que pueden vuestras mercedes disponer del florero, y de toda mi tienda, que a mí no me importa si el agasajado es criollo o chapetón!"

    -"¡Ajá! -respondió el más joven de los Morales- ¡de manera que insulta a nuestras madres, y esposas, y hermanas! ¡De manera que dice que no le importan, que se caga en los criollos! ¡De manera que se niega a prestar el florero, solamente porque el agasajado es criollo! ¡Viejo cabrón, miserable, chapetón de mierda, ahora mismo vas a a ver cuánto valemos los criollos!"

La famosa bofetada que uno de los Morales dio al pobre señor Llorente condujo, según dicen los señores historiadores, al nacimiento de la Patria. Según eso, yo fui uno de los testigos más cercanos en ese parto doloroso, según se puede observar en este grabado histórico. Yo soy, naturalmente, el mocoso que tiene las manos en los bolsillos.

El tumulto que se armó entonces fue tremendo. La gente se arremolinó, gritando contra el pobre señor González Llorente, y a mí me dió la impresión de que todos sabían exactamente cómo tenían que moverse y qué tenían que gritar. Todos, menos don José González Llorente, que estaba muy aturdido, muy azorado, muy sorprendido y muy achicopalado. En esto llegó don Francisco José de Caldas, con sus botas muy lustradas y su cuello de encaje, y una sonrisa maliciosa en la mitad de la cara, y saludó muy amablemente a don José González Llorente. Eso me pareció muy absurdo, y al comienzo no entendí por qué Caldas hacía eso. Era imposible que él no se hubiera dado cuenta del tumulto. Pero comprendí de qué se trataba cuando uno de los Morales le dijo:

    -"Señor Caldas, es increíble que usted salude con amabilidad a este chapetón miserable, que ha insultado a los criollos, que ha dicho que se caga en todos nosotros, y que se ha negado del modo más vulgar y soez a cumplir con los deberes de la hospitalidad".

Caldas miró a los Morales, a la muchedumbre, a don José González Llorente que estaba congestionado por la sorpresa, la humillación y el espanto, y dijo con una tranquilidad brutal, amable y sonriente:

    -"Pues si es verdad lo que vuestras mercedes me dicen, tengo que retirar el saludo que acabo de ofrecer".

Don Gónzalez Llorente pareció hundirse en el abismo de un colapso cardíaco. La multitud volvió a gritar y yo salí corriendo de allí y me fuí a contarle todo a don José Acevedo y Gómez, como mi papá me había ordenado, y luego me dirigí a toda velocidad a la casa, a esperar instrucciones.

Mi papá se mostró muy satisfecho de mi prontitud y disciplina, y me dio un buen chocolate con colaciones. Estábamos en esas cuando llegó, muy agitado, nuestro pariente y amigo don José María Carbonell, diciendo que a don José González Llorente le habían dado una paliza fenomenal, y que la muchedumbre andaba cazando ahora a un oidor -no recuerdo su nombre-, y que ya era hora de poner en movimiento "la máquina popular". Mi papá estuvo de acuerdo y me dijo: "Váyase ahorita mismo con José María, obedézcalo en todo, no se separe de él y pórtese bien. Ahora es usted un ciudadano y un patriota". Me miró a los ojos con mucho cariño y me dio una palmada en el hombro. Yo le besé las manos y me fui con Carbonell, que parecía un torbellino.

Nos trepamos por la Candelaria, hasta el barrio de Egipto, y Carbonell alborotó allí a más de dos mil personas que se bajaron hasta la Plaza Mayor con palos y picas y piedras y cuchillos. Después corrimos hasta San Victorino y de ahí trajimos a tres mil energúmenos dispuestos a desbaratar el Reino a patadas. Lo mismo hicimos en el barrio de Las Nieves. En suma, nos recorrimos en unas horas todos los huecos de Santafé donde había pobres y chusma, y a las seis de la tarde teníamos una muchedumbre enfurecida en la Plaza Mayor, varios oidores presos, los chapetones escondidos en los entretechos de sus casas y los criollos repartiendo órdenes, contraórdenes y desórdenes.

Lo demás ya lo conocen ustedes, porque fueron a la escuela y ahí les echaron el cuento completo. Sabrán, por lo tanto, que mientras José María Carbonell alborotaba a los artesanos, peones y obreros, don Francisco Morales, cumpliendo órdenes del doctor Azuero Plata, comunicaba al cuartel del Regimiento Auxiliar la noticia de los alborotos y lograba que el jefe de dicha fuerza, don José Moledo, se uniera con su batallón a las fuerzas patriotas. Entretanto, los criollos más notables se autodesignaron con el título de tribunos o portavoces del pueblo, y en nombre del pueblo enviaron emisarios al virrey con la petición de que permitiera realizar de inmediato un Cabildo Abierto. El virrey, señor Amar, terco y porfiado como un ladrillo gallego, se negó repetidas veces a conceder el permiso y al promediar la tarde, con torpe arrogancia, recibió al último de los comisionados, don Ignacio de Herrera, con la tajante expresión "¡Ya he dicho!" y luego le volvió la espalda de manera insultante.

Yo estaba ya de regreso en mi casa cuando llegó allí un mensajero con el cuento de lo que había dicho el virrey. Mi papá, alarmado, comentó: "Eso quiere decir que el señor Amar se propone aplastarnos a sangre y fuego". Pero a los cinco minutos llegó otro mensajero con la información de que don Juan Sámano le había pedido autorización al virrey para sacar las tropas regulares a la calle a fin de restablecer el orden a balazos y que el virrey le había negado ese permiso y en cambio le había ordenado mantenerse quieto en su cuartel. Al oír esta noticia, mi papá se quedó como atontado y uno de los criollos presentes, no recuerdo cuál de ellos, dijo con una sonrisa: "Eso quiere decir que el señor Amar es bobo de remate, y que ahora podemos hacer lo que se nos dé la gana".

Dicho y hecho. Los miembros del Cabildo y los notables criollos decidieron realizar el Cabildo Abierto sin la licencia del virrey y comenzaron a enviar las citaciones, a convocar a la muchedumbre que recorría las calles, enardecida y furibunda, y a organizar los piquetes de vigilantes y activistas. A las cinco de la tarde, una horda de lagartos, aduladores, tinterillos, chismosos, oportunistas y sapos de todos los colores, llegaron donde el señor virrey a contarle que los criollos iban a pasar por encima de su autoridad. El señor virrey dijo entonces:

    - "He dicho que no habrá cabildo sin mi permiso. Si son tan subversivos que se atreven a hacerlo, entonces les doy permiso para que hagan Cabildo Extraordinario".

Cuando la muchedumbre alborotada oyó esto, la carcajada fue inmensa y toda la revolución estuvo a punto de fracasar, porque la gente se desmayaba de la risa. La seriedad revolucionaria se restableció cuando don José Acevedo y Gómez se trepó a un balcón y gritó con todas sus fuerzas:

    - "¡Esta vaina no es una fiesta, carajo! ¡Con semejante indisciplina es imposible organizar el desorden! ¡Si dejamos pasar este momento de verraquera, si no aprovechamos la papaya que nos están dando, antes de doce horas los chapetones nos van a hacer comer mierda a todos juntos!"

Esta es la frase inmortal que, por respeto a las señoras, las señoritas y los niños, la historia oficial ha registrado así:

    - "¡Si perdéis este momento de efervescencia y calor, si dejáis escapar esta ocasión única y feliz, antes de doce horas seréis tratados como insurgentes!"

Sea como fuere, el pueblo quedó tan impresionado con la vibrante elocuencia de don José Acevedo y Gómez, que desde ese mismo momento lo bautizó con el apodo de El Tribuno del Pueblo .

A las seis de la tarde una inmensa multitud llenaba la Plaza Mayor y todas las calles adyacentes. Todas las campanas tocaban a rebato. La guardia de la cárcel intentó hacer una salida contra el pueblo, pero fue desarmada y bombardeada con piedras, tomates, verduras, huevos podridos, escupitajos y toda clase de insultos por las gloriosas masas revolucionarias que con abnegación y heroísmo dieron así una prueba suprema de patriotismo inmortal. Los pobres guardias, molidos a palo y cubiertos de saliva proletaria, fueron encerrados en la misma cárcel que debían guardar.

A las seis y cuarto, más o menos, comenzó a sesionar el Cabildo Extraordinario, como decía el ridículo permiso del virrey. Yo estaba en la plaza, al lado de mi papá y de José María Carbonell, y ví que éste último hacía una seña a un vecino notable, quien de inmediato pidió la palabra y propuso que se eligiera por aclamación a don José Acevedo y Gómez como Tribuno del Pueblo. Así se hizo, con ruidosa aprobación de la muchedumbre. Alguien señaló entonces que la muchedumbre no podía votar porque el Cabildo era Extraordinario y no Abierto, y por lo tanto no era permitida la votación general. Don José Acevedo y Gómez dijo entonces: "¡Pues que la asamblea se constituya en Cabildo Abierto, y que el Cabildo Extraordinario se vaya al diablo!". Y así se hizo.

Acto seguido, don José Acevedo y Gómez volvió a tomar la palabra y exigió, en nombre del pueblo, que se designara una Junta encargada de asumir el mando, y que cada uno de sus miembros debía ser aclamado por el pueblo. En ese momento llegó un mensajero diciendo: "Que el señor virrey manda decir que él se ofrece a ser el presidente del Cabildo". Esto produjo otro despelote de risas y carcajadas. Don Ignacio de Herrera le dijo al mensajero: "Vaya y dígale al señor virrey que ya es tarde".

A todas estas, yo me mantenía callado y serio observando los acontecimientos. A pesar de toda la euforia popular y de las expresiones de entusiasmo de mi papá y de todos los notables, yo estaba triste. José María Carbonell me preguntó: "¿Qué te pasa, muchacho? ¿No te gusta ver el nacimiento de una Patria?". Yo le contesté: "Sí, me gusta, pero me da tristeza pensar en el señor Llorente. Él es una buena persona, y hoy lo hemos maltratado todos de la manera más horrible. Me da pena y vergüenza". Carbonell se quedó mirándome fijamente, con esos enormes ojos negros que tenía, y me dijo: "Tienes razón. Mañana iremos juntos a la cárcel y le llevaremos comida, ropa y algunos libros".

Fue así como supe que al pobre don José González Llorente lo habían metido en el calabozo después de apalearlo, insultarlo y ultrajarlo. Ya nunca más volvería a tener su tienda bien surtida, ni me acariciaría la cabeza cuando yo fuera a comprar tabacos para mi papá, ni saludaría a los vecinos con esa voz ronca y tranquila que tenía. Ya nunca más volveríamos a verlo en su peregrinación dominical a la iglesia, muy compuesto, con su mujer, su suegra y sus once cuñadas, sus hijos y sus sirvientes. Sentí un sabor amargo debajo de la lengua.

Y más detalles de ese día no les puedo dar, porque me fui para la casa. Después supe que se había formado la Junta, que se había obligado a los militares a jurar obediencia al nuevo gobierno, que el virrey Amar había tenido que ceder a todas las exigencias de los patriotas, que se había dado libertad al canónigo Rosillo, quien desde hacía meses estaba preso por conspirador, y que cuando los miembros de la Junta fueron a visitar al señor Amar al palacio virreinal, se le dio orden a la guardia de presentar las armas "ante el pueblo soberano". Yo lamenté no haber visto eso personalmente, porque esa vez, el 21 de julio de 1810 por la mañanita, fue la primera ocasión en la historia de Colombia que se usó la expresión "el pueblo soberano" de manera pública, abierta y oficial. Parece también que ha sido la única vez que se respetó el significado de esa expresión. Pero esa es otra historia.

Solamente les quiero contar, para terminar con este relato, que algunos meses más tarde salió del calabozo donde los criollos lo habían encerrado, aturdido, humillado y desconcertado, don José González Llorente. Se fue para La Habana, en compañía de sus trece mujeres sollozantes y de tres sirvientes y un perro, y desde allí mandaba a veces cartas preguntando por qué lo habíamos tratado tan mal. Nadie le contestó nunca y no se le volvió a ver por aquí.

Años más tarde visité en la cárcel a Caldas pocas horas antes de que lo fusilaran. "Ahora -me dijo- es el momento de usar la O larga y negra partida". Y agregó: "Espero que hayas aprendido algo útil en estos años que hemos estado haciendo Patria". Yo le contesté, pensando en don José González Llorente, en sus trece mujeres, en su perro, en sus sirvientes y en sus hijos: "Si, he aprendido que para hacer una Patria nueva hay que cometer infamias".

Caldas sonrió amargamente y me dió un abrazo muy largo y apretado, y yo le dejé una lágrima rodando por la manga de su camisa desabrochada. No pudimos hablar más. Al amanecer lo fusilaron y le cortaron la cabeza.


Estocolmo, julio de 1996.

© Carlos Vidales


sábado, 3 de julio de 2010

Nota comentario del profesor Juan Carlos García, quien propone una lectura de la obra del profesor Darío Botero animador de la teoría y la filosofía política hasta su reciente fallecimiento. El profesor García escribió también un importante obituario del colega que animó la revista Politeia, Planeta Sur, y un proyecto de escuela que denominó vitalismo cósmico donde hay muchos ingredientes de José Ortega y Gasset, ecos de Spinoza y una influencia manifiesta de Henri Bergson, quien mucho tiene que ver con el trabajo filosófico posterior desplegado por Gilles Deleuze. N de la D.

Nota comentario
DArío Botero, ¿un autonomista?


Miguelángel, Auramaría, Yola, hoy descubrí una cosa valiosísima para el proyecto de autonomía en Colombia. La muerte del profesor Darío Botero aún me sigue rondando y me ha quedado la inquietud por su filosofía, así que me he dado a la tarea de no dejarme abandonar a mi suerte y meterle la ficha a sus libros, y ! qué me he encontrado!

En su filosofía hay elementos que me dan a entender que el maestro Botero es un cultor de la autonomía!!! Pero más como ética que como proyecto político. Pero advierto principios de autonomía: imaginación, lucidez, autonomía, razón, verdad, eros, democracia, ética. Y eso se llama la escuela del Vitalismo cósmico pero en particular se llama desde la episteme, NO-RAZÓN. La cual funda en Spinoza, Schopenhauer, Nietzsche, Freud, entre otros.

Por ninguna parte cita a Castoriadis ni a Negri, ni a Deleuze, por ejemplo. Veo pues que podemos hacer la relación con Estanislao Zuleta y Darío Botero, un vínculo para la autonomía. Este último nunca nombra a Zuleta en sus libros, qué raro!!!!! Así pues entre Zuleta y Botero podemos ir fundando este proyecto de autonomía para Colombia. Lo cual es maravilloso!!!! Este libro EL DERECHO A LA UTOPÍA es hermosísimo!!! Como manifiesto de autonomía, de libertad, de creación!!! El tiene dos libros de aforismos cual nietzscheano que fue, y son muy bellos, pues sabe escribir, frases certeras e ideas fuerzas, muy bien logradas, era un maestro.

Pero como digo, es más que todo una ética lo que él funda, no una política pues no le da tanta radicalidad a la democracia absoluta de corte spinoziana, y eso que él es también spinozista. En Zuleta hay una política junto con una ética, ésta no tan especificada como en Botero. Ahora, Botero tambíén diserta sobre el arte y la estética, y eso es muy bello para lo que digo de la autonomía!!!

Ahí tenemos, más tarea para mí proyecto individual, la autonomía se puede registrar en la filosofía colombiana, y es cierto. Pero hay que hacer el tránsito a la politica!!! En el seminario sobre Zuleta en la Nacional el enfoque va a ser desde la autonomía, esa va a ser mi preocupación y es también un homenaje a Botero, que como digo, es un autonomista!!!

Este es, abajo en el link, el discurso de Damián Pachón sobre Darío Botero en la Facultad de Derecho, no dice que es autonomista. Bueno, es que eso es de mi cosecha, pero me parece que siendo discípulo le faltó registrar más la escuela del vitalismo cósmico pues es su fundador. Lo cual me da a entender que no era y no es Damián propiamente un seguidor de Darío Botero. Este es el link para leerlo:
http://nuevasideasdamian.blogspot.com/2010/06/dario-botero-uribe-o-el-pensamiento.html

jueves, 1 de julio de 2010

Remisión hecha por el colega Alfredo Arango de Puente Levadizo. Un abrebocas para lo que pueda ocurrir mañana en los cuartos de final, a propósito de lo cual, comentaba Fidel, no iban a ocurrir si prospera negativamente una eventual crisis en el Estrecho de Ormuz. N de la D.


Carta abierta al señor Diego Armando Maradona

29 Junio 2010
Por Carlos Malbrán

PARA EL CASO DE QUE NO GANEMOS ESTE CAMPEONATO DEL MUNDO

QUERIDO DIEGO, “PELUSA”, “PIBE DE ORO”, “DIEZ”, “DIOS”, “GORDO”:

Quiero hacer memoria, para que no se te olvide a vos, ni a ninguno de los argentinos.
Eras un pibe de la villa miseria de Fiorito. Uno de esos asentamientos informales, insalubres y laberínticos, de viviendas precarias en las que se hacinan los desplazados. Síntoma brutal de la marginación y la pobreza, del que los políticos prefieren no hablar porque es poner en duda toda la estructura legal del sistema.
Jugabas porque el fútbol es la expansión de los humildes, un acto atemporal que los saca de las desdichas cotidianas. La vida te había negado casi todo, y vos, como miles de chicos argentinos, con tus zapatos rotos, te desquitabas a patadas.
En 1973 alguien te dijo:
- Che pibe, vamos a armar un equipo para jugar en el “Torneo Evita”, ¿Entrás?
Con tus piernas flacas y tu rostro de “negrito”, te convertiste en la pesadilla del torneo, nadie quería enfrentarte. “Los Cebollitas”, (así se llamaban), se llevaron la copa y al año siguiente ganaron el Campeonato de la 8ª División. El conjunto se mantuvo invicto 136 partidos y gracias a que “Los Cebollitas” se convirtieron en una sensación, conociste Perú y Uruguay, donde los invitaron a jugar. No tenías 12 años y ya eras campeón.
A alguien se le ocurrió hacerte debutar en las inferiores del Club Argentino Juniors. Resultó fácil, fue el primer acto ilícito de tu vida: te cambiaron el nombre y mintieron la edad, agregándote dos años para que te aceptaran. Algo completamente inútil porque tu brillo era tal que cuando te vieron jugar, todos preguntaban: ¿Quién ese pibe? ¿De dónde salió ese prodigio?
Entonces decidieron que era mejor ponerte en el entretiempo de los partidos de la Primera División para que entretuvieras a la hinchada haciendo malabares con la pelota. Naciste mago. Siempre la pelota ha hecho todo lo que querés, ¿O será al revés?
Llegaste a la villa eufórico:
- ¡Mamá, me pagaron!
Doña Dalma te dio un beso y tu padre Diego te regaló una sonrisa y una palmada afectuosa. Hasta hay un viejo comercial de Coca Cola, donde se ve a aquel muchachito haciendo maravillas.
La primera vez que figuraste en los diarios, (esos que cada vez que pueden, intentan destruirte por tus ideas), tenías diez años. El Clarín decía: “Había un pibe con porte y clase de ‘crack’…”. Este periodista no sabía que aún faltaban por llenar muchas páginas hablando del “Pibe de Fiorito”. Porque en dos años ascendiste ocho divisiones en Argentinos Juniors, de novena a primera, y comenzaste a dibujar tu historia con goles: en 1978, aunque te consagraste como el goleador del Metropolitano, el flaco Menotti te dejó fuera de la Selección que ganó el campeonato porque eras muy niño, pero al año siguiente nos trajiste la Copa del Mundial Juvenil.
Por ese tiempo, aunque River te quería contratar y te ofreció lo mismo que ganaba Ubaldo Fillol, el jugador mejor pagado de entonces, decidiste jugar para Boca, que estaba en serios problemas económicos y no podía comprar tu pase. Nos hiciste campeones, pero duraste poco. Europa siempre ha pagado mejor y te fuiste al Sevilla y después al Nápoles.
El Mundial de México 86, siempre será recordado como “el Mundial de Maradona” y podría escribir muchas páginas con las emociones que nos hiciste vivir, porque cada vez que mandaste la pelota al fondo de la red, no era un gol de Maradona, era un tanto de desquite de todos los humildes de tu pueblo.
La FIFA, aún a regañadientes, (los oligarcas del fútbol no te quieren Diego) tuvo que elegirte como al mejor jugador del siglo XX. Para nosotros significas mucho más. Siempre recordaré cuando como consecuencia de haber caído en los abismos de la droga, te tuvieron que internar de urgencia y una multitud angustiada hizo intransitable cuadras enteras en torno al hospital. Alguien puso un gran cartel: “El cielo tiene que esperar”, otro decía: “Siempre vivirás, Dios no quiere competencia.”, otro: “Jesús resucitó una vez. Vos, miles.”, y quizá el más significativo rezaba: “Diego, no aflojés que vas a salir. No podés perder. No te olvides que Maradona juega para vos.”
Saliste de la droga como también te levantaste de cada golpe que te dieron en la cancha, pero los medios internacionales siempre magnificaron tu adicción a las drogas y cada error que cometías, porque lo que no te perdonan es que a pesar del dinero, la fama y la gloria, nunca olvidaste al pibe de la villa de Fiorito y que cada uno de tus mensajes políticos mueva la conciencia de los pobres y explotados del mundo.
El mercado puede aceptar que seas un genio del fútbol, pero no que te hayas convertido en la compensación para una sociedad frustrada por varias dictaduras militares y desgastada por el accionar de políticos corruptos.
Se acepta, ¿qué otro remedio les queda?, que seas un campeón, más no que reflejes los sentimientos de los despojados que necesitan creer que Dios no está tan lejos.
Eso no te lo van a perdonar nunca Diego.
La FIFA no te puede perdonar que promuevas la sindicalizació n de los jugadores, a los que llamas “los obreros del fútbol”, porque eso echaría por tierra un negocio que mueve millones de dólares cada cuatro años.
Si Maradona dona una escuela, o promueve una colecta para los niños pobres con parálisis, no saldrá en la primera plana de ningún periódico del mundo, porque lo imperdonable no son estos actos en sí, sino que lo hagas siempre diciendo que sólo estás devolviendo algo de lo que los poderosos roban a la gente.
Demagogo, populista, oportunista, drogadicto, son los calificativos aconsejados por los señores de la SIP para poner junto a tu nombre. Como también aconsejan destacar siempre las declaraciones del señor Pelé, porque ese si es “bueno”. Se coloca debajo de un cartel de alguna firma de productos deportivos, que por supuesto le paga, para reivindicar siempre al sistema y defender sus intereses. De eso vive.
No te van a perdonar tus visitas a Chávez, o que tengas al Ché tatuado en tu hombro.
La única vez que te tuve cerca fue cuando en noviembre de 2005, con motivo de la Cumbre de Presidentes de Mar del Plata, nos invitaste a ir a repudiar la presencia de Bush en la Argentina.
Los grandes diarios del mundo, no publicaron en estos días la foto de la Selección Argentina despidiéndose rumbo a Sudáfrica con una gran pancarta que decía: “Apoyamos a las abuelas de Plaza de Mayo para el Premio Nobel de la Paz”. Ni tampoco la noticia de que recibiste en Pretoria a Estela Carlotto con un gran abrazo.
Eso no se perdona Diego.
El fútbol, vos lo sabés mejor que nadie, es un juego impredecible y como bien declaraste: “No hay favoritos. Cualquiera te puede clavar la pelota en el ángulo y todo lo que hiciste… Chau”. Todo es posible, pero por todo esto y mucho más quiero decirte que si eso sucede, no te hagas ningún problema, porque con nosotros ya cumpliste.
Gracias por ser Maradona.
Gracias por ser nuestra alegría y nuestra esperanza.
Gracias por no olvidar al pibe de Fiorito.
Gracias por representarnos siempre a todos con dignidad.
Gracias campeón.