miércoles, 18 de agosto de 2021

 

SENTIDO COMÚN DOMINANTE, OPOSICIÓN ELECTORAL Y FASCISMO SOCIAL.

DESENLACE HEGEMÓNICO. PARTE IV.

Miguel Ángel Herrera Zgaib, PhD

Presidente lnternational Gramsci Society, IGS-Colombia.

Director del Grupo Presidencialismo y participación. Unijus/Minciencias.



La representación en clave político-cultural.

“…hay dos propuestas de dónde escoger.” Angélica Lozano, senadora de la Alianza Verde.

A la vista de tod@s está la disputa “civilizada y tramposa” del pasado 20 de julio en la elección de la mesa directiva del Senado; porque ella marcó a propios y a extraños el partidor del ciclo de elecciones en Colombia.



Estas serán en menos de un año el colofón que resolverá cuál es el estado de nuestra democracia en el desenlace de una prolongada crisis de hegemonía que afecta la dirección y el rumbo de la sociedad civil actual.



Indicándonos quién o quiénes tendrán las mayorías del Congreso, y de qué bloque saldrá el ganador de la presidencia como probable resultado del ballotage para el año 2022. Las elecciones mostrarán si en el posconflicto la comunidad política legitimará una vez más el gobierno del bloque de la guerra.



O si tendremos un viraje, con el catalizador del paro de 70/90 días, dando carta de ciudadanía a un nuevo pacto que refunde a Colombia, para bien. Un pacto histórico que la revista Contravía anticipaba al final del siglo pasado, como un urgente modo de secularizar al país. Dándole tránsito, por fin, a la modernidad democrática que exige una lógica adversarial, civilizada.



Sin duda, con independencia del resultado, este ciclo electoral es definitivo en materia de representación. Comporta de manera ritual, por una parte, la elección de congresistas, con un repertorio necesario de consultas paralelas; y de otra éstas revelan ante la opinión pública la debilidad manifiesta de los partidos que contienden como tales para movilizar a nuevos y viejos electores.



Servirá para impulsar la quiebra del sistema presidencialista y darle paso, cuando menos, a una forma de semi-presidencialismo, del que ya tenemos ejemplos en América Latina.



Una parte importante de la comunidad política que gobierna con Iván Duque y el Centro Democrático, es la que llamo el partido de la guerra, porque se resiste en política a salir de la teología política, la relación amigo-enemigo, en lugar de transitar a la lógica secular.



Hace cábalas y nuevas marrullas con respecto a “cortarle vía” al presente del partido de la paz como alternativa de gobierno del estado. Partido éste que vuelve a estar dividido entre dos proyectos que lideran la Coalición de la Esperanza y el Pacto Histórico.



Estos dos parecen, con todo, apostarle a la lógica política adversarial sin la cual la democracia representativa liberal es inviable; así que se colocan en el ala de la modernidad política que toma distancia del legado de Carl Schmitt, que fue incluso incorporado en el discurso de las izquierdas de la primera mitad del siglo veinte.



Á propos de la hegemonía: lógicas y sentido común dominante



“Nos exponemos a que perdamos las elecciones nuevamente.” Senador Gustavo Bolívar.

Decentes/Colombia Humana.

En Colombia, el líder del Centro Democrático, en caída libre su popularidad, junto a sus acólitos, prefiere lucrarse de la “guerra de religiones,” especulando sobre el enemigo interno, intentando reencauchar vandalismo y terrorismo, para estigmatizar a los pobres, jóvenes y mujeres movilizados a partir de 2019, y en forma masiva, en los primeros setenta días del paro.



Quienes podrán estar dispuestos a votar, organizados para hacerlo en el tiempo que queda. Pueden garantizar, si se deciden, el triunfo de las fuerzas de oposición en el congreso, hasta llegar incluso a disputarle la presidencia a la coalición de reacción y derecha, que constituye el partido de la guerra.



Pero, de modo general, después de los extraordinarios resultados obtenidos en la elección separada para presidencia en 2018, se trata a como de lugar, de cortarle las alas la Oposición progresista que nació como tercera fuerza bajo la fórmula de la Alianza Democrática- M 19.



Aquella confusión entre política y religión, que es estrategia tradicional de la reacción y la derecha es el fruto envenenado, pero aún eficaz de una heredad en parte novohispana, en cuya fabricación confluyeron, de modo principal, componentes jesuíticos y dominicos.



Es una herencia que se retroalimenta y que se resiste a morir. La experiencia de la teología de la liberación no obtuvo una raigambre tan fuerte en Colombia, porque la radicalización de su más carismático líder, el padre Camilo Torres, y no solo él, se enmontaron, como el célebre Poliarco, hasta la muerte natural.



Durante la década de los sesenta abandonaron los espacios de la sociedad civil, tomaron las armas, en lugar de profundizar, ahondar en la lucha por la dirección hegemónica de las comunidades religiosas, católicas y cristianas.



Así las cosas, el grupo de Golconda perdió al principal reformador con causa en los pobres, de la iglesia católica, apostólica y romana en Colombia. Para la cual el poeta Jorge Zalamea Borda escribió una diatriba fenomenal, El sueño de las escalinatas, con no poca influencia de Saint John Perse, de quien fuera traductor al castellano.



La caracterizo así, porque tomo en cuenta algo que indaga de manera sostenida el italiano Loris Zanatta, doctor en historia, con respecto a las raíces del populismo peronista en Argentina que explican en parte su permanencia hasta nuestros días.



Aclaro, que el de Argentina es un populismo que no podemos confundirlo con la versión desteñida, descafeinada del populismo colombiano, donde la igualdad social es una promesa incumplida desde los tiempos coloniales en adelante. Además, el nacionalismo es un asunto en el que se entremezclan de modo explosivo religión y fútbol, por un lado.

Por el otro lado, Colombia perdió territorios estratégicos como Panamá, donde, sin embargo, los Estados Unidos, su gobierno depredador, resultó ser el “mejor amigo” de la elite oligárquica desde Eduardo Santos, quien abandonó pronto el entusiasmo por Sandino, el general de hombres libres, ante la invasión imperialista de Nicaragua.



El nacionalismo colombiano resulta ser una comunidad imaginaria por excelencia, ayuna de satisfacciones materiales. Erigida sobre dos creencias, primero un dios católico, apostólico y romano que alimentó la Violencia en los campos, durante el medio siglo pasado, mientras reinó casi solitario desde la conquista de Precolombia.



Luego el fútbol ocupó ese lugar entre la multitud urbana, que difundió la nueva pasión laica con El Dorado del medio siglo pasado. El detonante fue una huelga de futbolistas contra la Afa en Argentina, que nutrió el nuevo espectáculo de masas, como las misas con su ritualidad de fin de semana, .



Fue un tinglado montado después del asesinato de Gaitán, y en medio de la violencia en los campos. Esta segunda creencia se nutrió en su implante definitivo en las ciudades y sus barriadas populares tanto de la bonanza cafetera como la paz impuesta por el general Gustavo Rojas Pinilla a la guerrilla liberal que por miles resistía y crecía en los Llanos, pero sin la autonomía suficiente de quienes seguían siendo sus gobernantes en la sombra.



De ese modo se trasladó en Colombia, con la pacificación del medio siglo la pasión por los equipos de futbol del campo a las ciudades pobladas de migrantes desplazados; organizándolos a la postre con parejas de pobres y ricos.



Los equipos de fútbol de Millonarios y Santafé en Bogotá son ejemplo vivo de este dualismo socializador que se repitió en las grandes ciudades que resultaron de la urbanización, acrecentada como fruto amargo de la desposesión, y el desarraigo campesino sin reforma agraria, y perseguido a sangre y fuego.



En el siglo pasado se sitúa esta secularización bizarra, impregnada de la lógica teológica amigo/enemigo, que se repite en los estadios y sus alrededores, en tiempos de pandemia y bajo los estallidos autoritarios de Claudia López y su comparsa light, el secretario de gobierno, Luis Ernesto Gómez que gusta de los tennis Convers como el senador Petro los zapatos Ferragamo.



Un caso relevante es el estadio Nemesio Camacho, “El Campín, en cuyas salidas ya no se come fritanga al aire libre, prohibida para resguardar la salud pública, - como antes se hizo con la chicha Muisca en los comienzos del siglo XX, por indicación del higienista Bejarano -, pero las barras bravas y bandas de jóvenes en cambio desfogan sus frustraciones.



Se golpean hasta casi producir la muerte del contrario, sin “ensañarse” como los “vándalos” del presente, en estrellar su furia contra los bienes muebles e inmuebles, la sacrosanta propiedad privada, cuya presencia privilegiada importa más que preservar la vida de los pobres, donde las barras bravas olvidan la consecución de la igualdad social embriagadas en la orgía del fanatismo futbolero.



Oligopolio de los cacaos, asesinatos, y estallido popular



La gran división social la aprovechan, reproducen y recuerdan quienes son los verdaderos dueños del país, antes y después de la pandemia, cuyo inventario actualizado continúa haciendo el economista Julio Silva Colmenares.



Este viernes, precisamente, falleció una figura representativa, el señor Carlos Ardila Lulle, cuya fortuna partió, dicen, de la industria de las gaseosas, con la firma Postobón. Quebró a rivales a diestra y siniestra, casándose con una heredera de Hipinto, valiéndose luego del monopolio de Peldar, al que le puso el ojo. Después juntó al Atlético Nacional con RCN, y santo remedio.



Al lado de los monopolios, que con pandemia multiplican con desparpajo cínico sus ganancias, fruto del capitalismo político que es el que aquí impera, crece la cuenta de más de 111.000 víctimas mortales. Es el fruto del desmantelamiento y privatización de los servicios de salud y sanidad.



Porque sigue la danza de las vacunas en Bogotá y todo el país. Aunque disminuya el conteo de muertes y contagios, y aparezca la amenaza del bautizado virus Delta, que aterroriza a otros países por la velocidad de su expansión.



La trágica campaña de eliminación personalizada de los excombatientes guerrilleros no cesa, para su dirigencia media el posconflicto desaparece como el espejismo de “la tierra prometida”.



El fascismo social perfecciona el asesinato S.A., con la búsqueda, casa por casa, mediante la “operación rastrillo” contra los jóvenes desempleados y miserables de Cali, que organizaron la llamada “primera línea” para proteger a los manifestantes de las agresiones del Esmad durante setenta días de intensa lucha callejera y barrial.



Esta organización que incluyó a las madres de la primera línea, se convirtió en signo de la revuelta y la rebelión ciudadana y popular de las multitudes contra el mal gobierno, el hambre y la desposesión crecientes desafiando el confinamiento de la pandemia. Sitiadas por el hambre se dispusieron a pelear por sus vidas en la calle.



Uno de los momentos más dolorosos y dramáticos conocidos fue al acribillamiento del joven que cubrió a la ingeniera alemana, Rebecca expulsada del país, y quien así salvó su vida.



Esta internacionalista encantada por el baile de salsa, no midió las consecuencias de ejercer la denuncia y la crónica free lance, en un país donde la libertad de prensa es para el oligopolio de los Cacaos que manipulan tanto precios como noticias.



La auto-organización de la primera línea y los puertos secos alimentados por la indignación resistente de las multitudes se extendieron a las otras ciudades como una respuesta espontánea al fascismo social ejercido por el para-presidencialismo en las concentraciones urbanas.



Oposición, fascismo social y Carta de derechos



Al fascismo social lo caracterizó Boaventura de Sousa Santos cuando nacía en los años 90, como componente del desmonte regresivo de la Constitución del 1991. Trizar la Carta de derechos no paró del todo, aunque después de treinta años lo frena en parte el cálculo electoral de la reacción y la derecha juntas.



Hacerlo con “descaro” aumentaría la cauda de votantes de la oposición política que lideran los dos Gustavos, quienes entretanto son el trompo de poner de la reacción con sus estratagemas mediáticas. Las encuestas le dan a Petro un 30% de favorabilidad que no es suficiente si la Oposición quiere ganar en primer vuelta



Mientras que la oposición de triple vertiente, Pacto, Coalición y Alianza continúan su marcha errática. Ahora añadió, en fecha reciente, la recuperación de la personería para el Nuevo Liberalismo con fallo de tutela de la Corte Constitucional.



Fue una personería a la que renunció el senador Luis Carlos Galán Sarmiento para retornar al Liberalismo oficial con la dirección del expresidente Julio César Turbay Ayala.



Era un acto parecido al retorno de Jorge Eliécer Gaitán al Liberalismo en la primera mitad del siglo veinte. Después de la Unir, él primero participó del gobierno de Alfonso López Pumarejo; y al retiro de Gabriel Turbay después de la derrota ante el conservador Mariano Ospina Pérez, a París, a morir. Gaitán el opositor siguió en la brega, y al triunfar en las elecciones de mitaca, Eduardo Santos le entregó “las llaves de la casa del partido”.



Siendo jefe liberal Gaitán fue asesinado el 9 de abril de 1948. Otro tanto le pasó a Galán Sarmiento, quien cayó en la plaza de Suacha. Un comando sicarial cumplió las órdenes del binomio Escobar Rodríguez Gacha con otras complicidades.



Ambos murieron en circunstancias políticas parecidas. Opositores singulares, liberales rebeldes, cuando tenían buena opción de ser presidentes de Colombia. Asesinados con una diferencia de medio siglo. Bajo la lógica reinante del amigo enemigo que el país político aún no resuelve de manera satisfactoria.



(Continúa)