sábado, 28 de diciembre de 2019

La guerra contra Afganistán y los Taliban.
miguel angel herrera zgaib, ph.D.

                                                        Otro fiasco del gobierno y el pentágono. Es lo que revela la profusa documentación y entrevistas que contiene la información brindada por The Washington Post, el periódico que es propiedad de Jeff Bezzos, el dueño de Amazon, y uno de los capitalistas más poderosos del planeta.
Aquí, en el escrito de CounterPunch, se incluyen apartes de militares estadounidenses. Se han contabilizado más de 2.000 bajas del personal estadounidense dispuesto en la ocupación ilegal e inconstitucional de este país, que desde tiempos inmemoriales ha sido inconquistable. Al menos, que se sepa, desde el avance del macedonio Alejandro a la conquista de Asia.


Aquí, en Afganistán, el remedo de Unión Soviética mostró su disposición al colapso, cuando al comienzo de los años 80, vivió la ofensiva de la resistencia afgana que culminó con su retirada.
El presidente que ordenó la operación de invasión y ocupación no la pasó por el congreso, alegando poderes de excepción. Hasta la fecha siguió así, incluyendo las balandronadas del presidente Trump, al borde de un impeachment, que tiene un tapón en el Senado, donde la mayoría es republicana, y el espíritu de cuerpo con escasísimas excepciones no se ignora. El poder político "enmelocota".

Por lo pronto están a la vista de millones buena parte de los papeles secretos de la farsa de la guerra de Afganistán, otro negocio para los contratistas privados estadounidenses, raposas de la riqueza social mundial quemada en las cavernas de las guerras de la era imperial.

Mientras la democracia brota como hongos en todas las latitudes, incluida nuestra querida, sufrida y desigual Colombia, que tiene sus propios "papeles" por descubrir.
"Si tienes fe, estás seguro".

A propósito de una crónica del NYT de Donald G. MacNeill Jr.

Miguel Angel Herrera Zgaib, Ph.D.


                                                                Con esta "sentencia" optimista, fundada en el sentido común de millones de indios peregrinos, no se pueden enfrentar las bacterias que pueblan los intestinos de los mortales alrededor del mundo, y, en particular, a lo largo del río Ganges, el río sagrado de la India, que se origina en un glaciar, y cuyas aguas aparecen grises entonces, por el color de la tierra que desprende el deslave continuo de su cauce.

En esta crónica del reportero MacNeill Jr., del NYT, quedan claros los hallazgos hechos por los estudiantes del doctorado a cargo del Ahammad, sus estudiantes Prasad y Shukla, quienes han probado que se encuentran bacterias en el cauce del río en sus primeros 160 kms, de un total de 2500 hasta que desemboca en la bahía de Bengala, partiendo del lugar sagrado de Gangotri. 

Allí empiezan su recorrido triunfal las bacterias, que existen en el planeta, se calcula hace 3800 millones de años. Conviene recordar que este planeta tierra tiene alrededor de 4500 millones de existencia. Estos patógenos, según el autor del artículo de alerta, al principio se devoraban entre sí, luego del moho, los hongos, después las plantas y los animales, incluyéndonos a nosotros. Hoy por hoy se calcula que en nuestros intestinos, al menos habitan 150  diferentes tipos de bacterias, que se alimentan de la flora mala. De ahí, a través de nuestras heces y orina van a parar a las fuentes de agua, como en el caso del río Ganges, Ma Ganga.

La penicilina, que las combatía se descubrió, pues existía de modo natural en el moho. Pero las bacterias, sus genes se han vuelto inmune a su ataque como a la tetraciclina, las cefalosporinas, las fluorquinolonas, y otras más. Según uno de los estudiosos, Shukla, las bacterias desarrollan un sistema de emergencia que reacomoda los genes y adquiere nuevos para mantener sus colonias en el intestino, y movilizarse en las autopistas acuosas.

El Ganges está infestado de bacterias, y de él se sirven de agua potable algo más de 400 millones de personas, en el país más poblado de la tierra. Los peregrinos que le rinden culto ancestral a sus aguas, se sumergen en ellas, las beben, y depositan a sus muertos, está contaminado desde la población de Gangotri en adelante. Igual pasa en las que siguen río abajo Uttarkashi, la célebre Rishikesh, donde estuvieron los Beatles en 1968, en meditación con el Maharishi Yogi. Allí seguramente enriquecieron su flora intestinal con nuevos habitantes, e intercambiaron los propios, que recorren las aguas del río sagrado.

Se calcula que hay por los menos 1000 especies de patógenos, bacterias, habitando este planeta, después de 3800 millones de años de haberse reproducido en los intestinos de nuestra especie-género, gattungswessen, según lo recordaba Marx en sus Manuscritos económico-filosóficos, que fueron un hit de lectura en la izquierda marxista de los años 30, en paralelo con el deshielo sangriento del orden soviético, incubado por Stalin y sus secuaces.

¿Qué hacer con la India, su río Ganges, y con los ríos Magdalena, Cauca y Bogotá, para no ir más lejos?

Se requiere un radical tratamiento de aguas residuales. Es lo que hicieron los Estados Unidos, a partir de los años 30 del siglo pasado. De ese modo se mata a las bacterias resistentes que se reproducen en la flora intestinal mala de los humanos, y de allí van a parar a las aguas corrientes del mundo. Sin embargo, y es una mala noticia, su ADN no se muere, sino que flota libremente. Y dice el investigador indio, Shukla, no tenemos todavía la tecnología para eliminarlo. 

Por lo que la investigación de punta en esta materia encara tal desafío, y el trío de científicos indios que visitan de manera regular las aguas de Ma Ganga, están dedicados a esa investigación. Pero, al mismo tiempo saben, los "poderes negativos de la fé", tanto o más resistentes por lo que se ve, que el ADN de las bacterias, que hacen que los peregrinos ligados con los ritos y mitos del hinduísmo disfruten del agua que circula por Varanasi, cuando saben que antes invaden el río torrentes de aguas negras. 

Qué no decir de los parroquianos que habitan los 600 municipios que están ubicados en las orillas del río grande de la Magdalena, cuya descripción inicial hiciera el célebre geógrafo alemán Von Humboldt, en los comienzos del siglo XIX.

martes, 3 de diciembre de 2019

CRISIS DE UN MODELO CRUEL

Fernando Cruz Kronfly
29 de Noviembre de 2019

Más allá de la crisis de un gobierno, propongo que estamos ante la crisis de un modelo político y económico socialmente cruel que el actual presidente, su equipo y los gremios económicos intentan profundizar, en la misma dirección de lo que gobiernos anteriores ya lograron. Dicho modelo es el neoliberalismo.

 Sin embargo:
Latinoamérica y otras áreas del mundo ya empezaron hace rato o comienzan apenas ahora a sentir la crueldad y a resistir los efectos del modelo. Resistencia que ocurre en medio de un contexto que no dudo al juzgar sombrío y confuso. Asistimos desde hace décadas al derrumbe de las utopías políticas revolucionarias decimonónicas y al consecuencial advenimiento histórico de este sujeto hipermoderno contemporáneo, atrapado en el ideal consumista, hedonista, anclado en un presente eterno, narciso, desideologizado, líquido y apolítico. Ya de esta caracterización del hombre de nuestros días se han ocupado ensayistas de la más elevada solvencia analítica.

Más adecuado sujeto humano no pudo haber producido el modelo. Ideal para el logro de sus fines. No es exagerado decir entonces que el modelo neoliberal no se reduce sólo a lo económico y político, sino que opera además como una aplastante e intencional máquina encaminada a producir subjetividad a su medida. Dichosa en el intenso goce de la vida, absorta en la contemplación del cuerpo convertido en templo de todos los cultos imaginables y, por lo tanto, maniatado para confrontar de manera radical el modelo que lo des-regula moralmente, lo libera, le proporciona sensaciones al límite y lo hace sentir tan feliz.

Lo que entonces en términos generales puede esperarse de este nuevo sujeto hipermoderno es que se indigne ante la exclusión, el sufrimiento o el maltrato que el modelo le causa y, por ende, que resista y se manifieste inconforme y deseoso de ser mejor tratado y llamado a manteles. En consecuencia, lo que está en crisis no es el sistema mismo sino la forma, profundidad y manera como éste excluye y margina a “la gente”.

Desde este punto de vista, el capitalismo neoliberal contemporáneo y el sujeto hipermoderno son almas gemelas que se confunden en una tensa masa de forcejeos y contradicciones menores, en un campo cultural de deseos abiertos y desregulados, goce intenso de la vida, tiempo convertido en momentos y sensaciones fuertes y consumo constante que facilita la dicha y el goce.
Es evidente que el actual gobierno, a través de su denominado “paquetazo in péctore”, es decir oculto entre la manga de otros abrigos y los párpados de otros rostros, ventila públicamente la necesidad de ir hasta el fondo en la implantación del modelo neoliberal. Y lo hace por boca de los gremios económicos como quien quiere y no quiere mostrar las verdaderas cartas. 

Todo esto en la dirección de fortalecer los fondos privados de pensiones, convirtiendo incluso a Colpensiones en fondo privado, como ya algunos lo están diciendo; en la dirección de una “necesaria y conveniente” reforma laboral, legitimada mediante el argumento de crear empleo así sea precario; en la dirección de la privatización de la educación superior y, finalmente, en la dirección de una reforma tributaria con “iva” flotando hasta en la cebolla que arropa el arroz de los miserables.

Mientras, por otro lado, consagra beneficios tributarios al sector empresarial calculados
en nueve billones de pesos, dizque para incentivar la creación de empleo. La
profundización del modelo neoliberal necesita máscaras de legitimidad.

El derrumbe de las utopías sociales y políticas decimonónicas, basadas en miradas de
futuro de relativo largo plazo y fundadas en espesas paciencias populares retenidas,
aplazamiento del sufrimiento y esperas propias de las ilusiones fincadas en la esperanza
de un “luminoso” porvenir, se ha cumplido. Este derrumbe, digo, se ha cumplido.
Muy poco o casi nada de aquellas utopías, configurantes de un sujeto histórico
colectivo, habita hoy el imaginario popular. 

Como bien sugiere Chul Han, en el enjambre social digital de las redes tenemos hoy multitudes y no masas. Todo lo cual deriva en el actual ser humano instalado en lo que George Steiner denominó “frenesí del instante”, anclado en un presente eterno que le pide o exige a los gobiernos, con todo derecho, mejores condiciones para un digno y más feliz vivir. Esto termina haciendo masa legítima con el reclamo ecológico ambientalista y la transparencia ética. Sobre
todo esta última, para que los dineros públicos no se dispersen en saqueos y apropiaciones privadas criminales que terminen afectando los presupuestos que deben destinarse a lograr una mejor forma de vida común.

En nuestro país se ha producido, en este orden de ideas, un levantamiento popular que
no se propone la derrota del “sistema” sino impedir que se profundice la crueldad del
modelo neoliberal que este gobierno, su equipo y los gremios privados pretenden llevar
al límite. Modelo tantas veces asociado no sólo a la descarada corrupción en el festín de
los contratos de obras públicas y privadas, sino a la inhumana crueldad inherente a él. Y
que, para ser justos, viene entre nosotros caminando desde años atrás y que se apoderó
de casi todas las economías del planeta, atrapadas en las lógicas voraces de los
organismos mundiales de financiación.

Este conjunto de cosas ha llevado a que tengamos hoy un mundo sin aire respirable, sin
agua potable, con formas de neo-esclavitud en el trabajo en los países que se muestran
más “competitivos” en los mercados sin fronteras. Un mundo de océanos convertidos en
basureros, en el que los seres humanos se auto-exprimen en el trabajo, atrapados hasta
los huesos en discursos de autoayuda que conducen al cumplimiento de metas e
indicadores inalcanzables. Un mundo de seres humanos manipulados como nunca antes,
en el cual media humanidad come basura “en el nombre del desarrollo” y la prosperidad
económica que se aplaude a sí misma en “en el nombre” de los indicadores positivos de
crecimiento.

En el modelo neoliberal y en los países “en vías de desarrollo”, el crecimiento
económico no se refleja en inclusión social ni en mejoramiento de las condiciones
materiales y espirituales de vida. En los modelos social demócratas realmente
existentes, en cambio, el crecimiento económico se ha reflejado en bienestar e inclusión
social. El tema de los modelos introduce un debate que se podría revivir.

Al escuchar la naturaleza y el alcance de los reclamos expresados por los manifestantes
colombianos “inconformes” a lo largo de calles, parques y avenidas, así como al
presenciar en imágenes las expresiones de resentimiento y rabia destructiva vertidas en
la oscuridad subyacente de la pulsión inconsciente de muerte y destructividad, concluyo
que es plausible interpretar el momento que vivimos alrededor de las anteriores
hipótesis. La copa de la indignación social se ha derramado, pero quienes la arrastran
por las calles entre gritos, canciones, danzas, ya no tienen utopías políticas ni sociales
que guíen sus pasos para imaginar el futuro, porque el futuro es hoy una dimensión del
tiempo que se desacreditó.

 La vida es para vivirla ya y ahora mismo. Y se vive la vida si
se goza. Pero la copa de la paciencia se rebosó y hay indignación y mucha rabia. Hemos
quedado des-utopizados, es cierto, al menos en el sentido de los viejos relatos y utopías
convencionales. Muy pocas de las promesas modernas fueron cumplidas. Hay en el
ambiente un inmenso déficit y una deuda social impagable. Por esto mismo, a pesar de
la caída de las utopías hoy nos mueven dolores comunes, derechos y deseos no
resueltos, sufrimientos e intereses no menos importantes que las viejas utopías aunque
incapaces de guiar la acción humana en contra del “sistema” con el fin de destruirlo y
fundar un “mundo nuevo en poder de un hombre nuevo”. Esto se acabó.

Se trata ahora de morigerar el modelo, de impedir que se profundice en su crueldad, de
resistir. Por lo tanto, ha llegado la hora del pulso y la negociación entre las fuerzas
sociales, por una parte, y por la otra el gobierno, su equipo y los gremios económicos,
comprometidos con llevar hasta el fondo el modelo neoliberal en que están
encandilados, si es que acaso dicho modelo tiene fondo. 

Y lo digo así, por cuanto la inhumanidad y la crueldad en la historia parecen no haber tenido fondo. Es claro que el modelo neoliberal se retuerce aquí y allá, y que contra sus abusos y
miserias se levantan fuerzas sociales que resisten. Esto es lo que vemos en calles y
avenidas. Y es en esto que por ahora consiste su crisis.

En el caso colombiano (Argentina, Chile y México son asunto diferente según ciertas
especificidades) ocurre algo muy particular: el modelo neoliberal tiene enfrente una
Constitución Política garantista acordada en 1991, derivada de una negociación social.
Este es un punto esencial para el análisis de la crisis que vivimos, pues mientras por un
lado el gobierno, su equipo y los gremios económicos pretenden profundizar el modelo,
de todo lo cual “se escuchan ruidos” en los naipes que se juegan por debajo de la mesas,
los variopintos sufrientes del modelo montan protesta de resistencia preventiva.

La Constitución Política de 1991 ampara no sólo el derecho a la movilización pacífica,
sino los denominados derechos fundamentales sociales y laborales constitucionales.
Desde este punto de vista, se entiende por qué razón sectores de la extrema derecha
política nacional encuentran en la actual Constitución un estorbo en el camino de
profundizar el modelo neoliberal. Motivo por el cual resulta preocupante que en medio
de la crisis, la confusión coyuntural y el legítimo malestar, no falten quiénes desde el
centro e incluso desde las izquierdas democráticas propongan, con cierta inocencia
política, una nueva Asamblea Nacional Constituyente. 

Y todo esto sin que se haya agotado y vuelto realidad lo que en términos de garantías sociales e individuales la constitución de 1991 consagró. Entre esto, el derecho a la movilización misma.
Lo que debemos preguntarnos, entonces, finalmente, es hasta dónde el gobierno, su
equipo y los gremios económicos, están dispuestos a echar pie atrás en la profundización del modelo neoliberal. Se trata de un pulso social, de una negociación encaminada a detener, hasta donde se pueda, la crueldad del modelo.