El inmortal, polifacético hombre del Renacimiento.
miguel angel herrera zgaib, Ph.D.
Ingrid Rowland hace una presentación del libro de William Wallace, El escultor de Dios, sobre la última etapa en la vida del gran artista del Renacimiento italiano, Miguel Ángel. A partir de los 70 años, donde dibuja con maestría el temperamento cambiante, y el impacto que sufrieron sus esculturas con sus estallidos de furia y desazón.
En particular está la huella de una Piedad, donde aparece un brazo cercenado en el conjunto escultórico, de la cual se incluye una fotografía en el artículo reseña de NYBooks.
Hay, por supuesto, referencia a su relación con Victoria Colonna, cuya belleza no era notable, pero sí su busto, que el artista aprovechó para su obra escultórica, y, para pulir los versos que igualmente esculpió en vida de su compañera.
Hay también un recreo de la Roma de la baja edad media, con tal colorido y detalle que el lector puede sentirse caminando por tales lugares, en la cercanía del estudio del artista, que no sobrevivió a las transformaciones arquitectónicas de la modernidad.
Sin duda, un gigante colérico, al servicio de los caprichos del papa Julio III, y de Lorenzo de Médicis, en los comienzos de Miguel Ángel, cuando empezaba a conquistar la fama, que lo llevó a la sede del poder papal, donde ejecutó la inmensa obra de la capilla Sixtina, que por estos días de pandemia volverá a ser visitada. Para colaborar con las arcas vaticanas, ayuna la iglesia católica de fieles a quienes tanto añoran aquí, allá y acullá.
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