miércoles, 15 de septiembre de 2010

EN BUSCA DE BOLÍVAR

Juan Carlos García

Para el ensayista, poeta y novelista William Ospina, el Libertador Simón Bolívar es un “símbolo”. Un símbolo que se mueve entre la “leyenda” y el “mito”, como queda confirmado de principio a fin en su más reciente publicación, “En busca de Bolívar” (Norma, 2010).

El libro nos revela la admiración del autor por la figura de Bolívar. El Libertador no es una estatua del pasado, sino un “hombre común”, un “ciudadano” del presente. No estamos ante una biografía, porque no es un registro detallado de su vida privada y pública; no es un ensayo, pues le falta el enfoque histórico-político para defender o cuestionar una hipótesis. Pero tampoco es una novela histórica, aunque hay capítulos que así lo parecen y el diestro destello poético de algunos párrafos pareciera también sugerirlo.

“En busca de Bolívar” se nos presenta como un libro de exploración histórica, descriptivo pero no analítico, poético pero no novelado. En él se retoma la figura humana del Libertador en clave reivindicatoria, republicana, contemporánea. Lo que el lector disfruta es la admiración de Ospina por Bolívar, hasta dejar la impresión en sus páginas que el autor está asombrado al ir tejiendo la vida épica del general de las Américas. La figura histórica del Libertador lo va arrastrando hacia una cascada de adjetivos y ofrendas a favor del hombre, del mito y la leyenda. Ospina ve en Bolívar a un padre. Y el lector lo sabe.

Bolívar nació con la revolución

“Bolívar nació con la revolución”, registra Ospina. El general español Pablo Morillo diría: “Bolívar es la revolución”. Aquel “mestizo”, aquel “mulato”, aquel “hijo adoptivo de esclavos”, hizo soñar a América hispánica como nadie más lo ha hecho. Pero no sólo fue un sueño, fue una realidad, tal es el presupuesto del autor para dignificar un hombre, “artífice de la gran rebelión continental”. Un “pensador original” que también fue poeta, soldado, político, hábil escritor, visionario, gran orador, romántico y solitario. Ospina se propone “comprender la razón de las sinrazones de este hombre asombroso”. En esa compresión el autor y el lector se dejan arrastrar por el asombro: todo lo que hizo Bolívar fue asombroso. Su vida misma es un asombro.

Asombroso fue enseñarle a los pueblos que en la lucha, en la rebelión contra el imperio español, aprendieran lo que es un ser humano, un ciudadano. Asombroso también fue inventar una patria salida de la tozudez, de las derrotas y del ingenio del Libertador y de su ejército de desheredados, descamisados y marginados. Un asombro: “en hombres como Bolívar es difícil diferenciar lo que se debe a la suerte, lo que se debe al talento, lo que se debe a las leyes de la historia”. Sólo él, dice Ospina, logró encarnar el sueño de su época: fusionar la independencia con la libertad de las multitudes. Bolívar era pues “una fuerza irresistible”, una verdad de la historia.

Como hombre, como pensador, como político se adelantó a su tiempo: “Las ideas liberales apenas estaban brotando del horno de la historia y ya él había hecho de ellas para siempre su fuego, su razón de vivir y el trabajo de sus días”. Bolívar era republicano porque era un liberal, piensa Ospina. Con él despierta nuestra conciencia continental, liberando las fuerzas históricas de la república como ninguno otro. Con él Colombia llega a la cita con la historia universal. Mientras él vivió Colombia era América.

El Libertador nos enfrenta a una vida de asombros, porque América es hija del asombro. “Seguir la ruta de Bolívar es experimentar un asombro aún mayor. Él llegó a conocer buena parte del territorio americano y de sus gentes con la precisión y la minuciosidad con que un poeta conoce su lengua. Estudiar su vida tiende a confundirse con una detallada lección de geografía; conocerlo no es sólo conocer un hombre: es sobre todo conocer un mundo”.

Bolívar casi siempre había tenido razón, pero los generales y los caudillos, no lo vieron así. Para Ospina, Bolívar era un hombre de acontecimientos y decisiones “a menudo inexplicables”, pero justas y necesarias: “había método en su locura”. Tenía estrella para inventar un ejército y una patria, América. Primero fue derrotado por fuerzas que después aprendería a dirigir. Así se forjó como guerrillero, así se formó como general de la revolución.

Como republicano, el Libertador se opuso al poder feudal de caudillos monárquicos, y buscó siempre “una unión liberal de modernas repúblicas” como Thomas Jeffferson. Reivindicó su condición de “mulato” hasta convertirse en el líder máximo de la revolución, él que nació en la aristocracia y era un hacendado fue desprendido hasta el final pues entregó su fortuna.

Se hizo acompañar de mulatos, negros, mestizos, blancos, indígenas hasta dignificarlos en su condición de libres. Bolívar para Ospina fue el caudillo de los desheredados, de los subalternos. Un hacedor de pueblos único: “despertando naciones, amasando repúblicas, sembrando instituciones”. Un general continental que dirigió una revolución republicana con su ejército de irredentos: “sus guerrilleros de Cumaná, sus jinetes del llano y sus tropas de indios y de zambos descamisados y descalzos”.

“En busca de Bolívar” es un libro que afirma repetidamente una idea: “Bolívar no fue derrotado”. Ospina recuerda que “a partir del momento en que Bolívar triunfó, comenzó a estorbar por todas partes”. Y afirma seguidamente que la obra de Bolívar fue una batalla contra “la voracidad del mercado mundial”. Pero algunos generales veían indeseable el sueño de la unión continental de Bolívar y Sucre, y se entregaron a las facciones: “cada uno quería una módica patria, del tamaño de su capacidad o de su ambición”. Y sobrevinieron entonces sus enemigos: “… las plutocracias se apoderaron del continente, celebraron alianzas con los imperios, y el interés de las grandes mayorías de indígenas, de esclavos, de campesinos quedó subordinado a los intereses de las élites”. La revolución de independencia, la república continental y el sueño bolivariano de la unión, fueron traicionados.

Para Ospina, la historia empieza cada día. Por eso, Bolívar no puede ser una estatua o una ideología, sino un “ciudadano” que se pregunta y nos pregunta: “¿por dónde comenzar de nuevo?”.

*Profesor de la Universidad Nacional de Colombia. Grupo de Investigación Presidencialismo y Participación. jcgarcialo@unal.edu.co

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