domingo, 12 de septiembre de 2010

Reproducimos el gentil envío de Antonio Bronsteins, tomado del sitio Acera izquierda. N de la R.


La cárcel y las canciones del barrio


Antonio Romero
http://aceraizquierda.wordpress.com/


La eternidad, la universalidad, de la música del Caribe reside en que es la expresión de su principal institución social: el barrio. Y es en las esquinas de esos barrios obreros y populares donde se cantas sus tragedias. Allí la cárcel es una contingencia real, como en ‘El juego de la vida’: Cuatro puertas hay abiertas, para quien no tiene dinero: el hospital y la cárcel, la iglesia y el cementerio.

La cárcel, desde su aparición en la sociedad, es una institución de control social a los conflictos que se generan la explotación y la miseria. En América Latina y el Caribe, desde principios de los años 90, el número de personas en las cárceles pasó de 250 a 550 mil personas, es decir, tras 20 años de gobiernos neoliberales y de gobiernos reformistas sin reformas se ha duplicado el número de prisioneros.

Es legendaria la canción de Daniel Santos ‘El preso’, mil veces escuchadas en las prisiones del Caribe:

Mi guitarra, huerfanita, ya no suena / Y aunque tarde, sé que es una realidad /Que el que juega tan cerquita a la candela / Si no vive con cautela, quemará.

En 1973, el Combo Miami Brass, en su álbum Danger: alto contenido de salsa, interpretaba la canción ‘La prisión’ en la que la cárcel es mostrada como un curso de hombría, de graduación de guapos:

Sentado estoy en la prisión, contando mis aventuras / A mis amigos y hermanos que comparten mi amargura / Pero qué mala la prisión, donde se prueba mi hombría / Y me rompe el corazón pensar en la geva mía / Y a mi madre quien no olvido y le rezo todos los días / Le dedico esta canción pues yo sé que me quería… / Cuando a la calle yo salga hay que tratarme de usted.

En 1975, otro de los gigantes, Bobby Capó, escribió un tema a Ismael Rivera y Rafael Cortijo, quienes permanecían en la Cárcel en Kentucky, en celdas construidas en pisos subterráneos, ‘Las tumbas’:

De las tumbas quiero irme no sé cuando pasará / Las tumbas son pa los muertos, de muerto no tengo na.

La prisión ha sido uno de los temas centrales de nuestra música, no sólo porque varios de sus artistas hayan estado confinados en las mazmorras estatales, sino porque la cárcel no es ajena a la gente de sus barrios. La lista de canciones es inmensa: ‘Cuando un cantor está preso’ de Ismael Miranda, ‘La cárcel’ del Sexteto Juventud, ‘Tres meses de vida’ de Xiomara Alfaro y ‘El preso’ de Fruko y sus Tesos:

Oye te hablo desde la prisión, Wilson Manyoma, Gorgona

En los años recientes fue Frankie Ruiz quien cantó al presidio con ‘Mi libertad’: Una colilla de cigarro más, un cenicero que va a reventar, la misma historia triste y sin final, el mismo cuento de nunca acabar y la carcajada de otra madrugada / Se burlan cuatro paredes, rutina puertas cerradas y un carnaval de barrotes, bailando sobre mi cama / Extraño aquellas cometas, que yo de niño volaba y a mis amigos del barrio que mis canciones bailaban / Quiero cantar de nuevo y caminar y a mis amigos buenos visitar, pidiendo otra oportunidad / Bajo farol de pueblo conversar y en una fiesta linda celebrar/ Mi libertad.

La mayoría de estas canciones se escriben entre celdas y muestran el dolor del encierro sin encontrar explicaciones más allá de que la cárcel es una consecuencia de un mal comportamiento, sin mirar que es el capitalismo el que arroja a diario a miles de personas a la prisión. Por ello, una de las canciones que trata con mayor claridad el tema es ‘La libertad lógico’ de Eddie Palmieri, de su álbum Vámonos pal monte, 1971, donde muestra la prisión como resultado de la desigualdad y se aleja de la idea de la cárcel como producto de una mala vida: No, no, no, no me trates así / La libertad, caballero, no me la quites a mí / Pero mira que también yo soy humano y fue aquí donde nací / Económicamente, esclavo de ti / Pero, qué va, tú no me engañas, mete mano.

Y terminemos con Silvio Rodríguez para recordar que en estos momentos miles de seres humanos caminan por los patios de las cárceles mientras los dueños del mundo siguen firmando sus documentos de sangre: La prisión acaba, la prisión de hierro / Pero continúa, la prisión del sueño.




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