domingo, 13 de noviembre de 2011

A TRAVÉS DE LA FILOSOFÍA Y LAS ENTRAÑAS: LA BIOFILOSOFÍA.

MIGUEL ANGEL HERRERA ZGAIB

Profesor Asociado, Ciencia Política

Director GRUPO PRESIDENCIALISMO Y PARTICIPACIÓN

Miguel. herrera@transpolitica.org

La filosofía enseña a obrar, no a hablar, quiere que uno viva a la manera que prescribe…

Séneca. Cartas a Lucilio, Epístola XX (1994), p. 220

No somos los mensajeros de lo absoluto, sino individuos con oídos para las detonaciones de nuestra época. Peter Sloterdijk, El sol y la muerte (2004), p. 15.

Ahora que, por invitación de Damián Pachón, comparto la lectura del más actual de sus escritos sobre María Zambrano con la filósofa Teresa Houghton, una intelectual comprometida, a quien conozco de oídas, por una vecindad construida idealmente a través de Elsa, mi hermana ya fallecida.

Teresa es sujeto activo del horizonte de pensamiento latinoamericano donde nerviosa, laboriosa y agudamente se mueve este joven pensador a quien conocí antes cuando empezaba su formación universitaria en el pensar-viviente como estudiante de Derecho en la Universidad Nacional en Bogotá.

Una opción que me atrevería a decir, no poco tiene que ver con un maestro en el curso temprano de su vida, Darío Botero, un devoto de la filosofía, que floreció en el jardín de la academia colombiana, en su más frágil capullo, la Universidad Nacional, lo más parecido a una universidad que tenemos a 200 años de haber gritado con balbuceos: ¡ Independencia!

Todos padecemos y gozamos todavía la juvenil y contradictoria existencia de una nación que vuelve a vivir como la España del 98, su año 2011, un punto de quiebre definitivo. El libro de Damián Pachón es un reclamo lúcido, interesado a la vez que pasional por la mayoría de edad propia y ajena en Colombia; sin abandonar al mismo tiempo los retozos de la infancia creativa, de los sueños, de la utopía encarnada pero distante de los molinos de viento, en su mecánico trasegar como la noria que desprendida de la tierra anhela cortar las sutilezas del viento.

La invitación reveladora de España

El pretexto mayúsculo para este encuentro con la adultez moral e intelectual es examinar la obra de una española ejemplar, María Zambrano, de quien yo tenía atisbos e indicios a través de fugaces conversaciones con mi amigo de tertulias y revistas, Héctor Peña, prendado desde sus mocedades universitarias por el estro poético y la rebeldía contenida.

A Héctor lo conocí en “los claustros” de la 72. Impregnados de rancias esencias que recuerdan lo mejor y lo peor de la colonia española. Esta es mi segunda vuelta a la Santo Tomás de la que salí con 33 jóvenes más cuando no aceptamos la normalidad y el conformismo. Era el nuestro un modo de ser invertido, contrario a aquel que expresara la orden mendicante de los Dominicos, que fuera estandarte militante de la Contra-reforma europea trasladada luego en función evangélica a estas tierras impías rebautizadas América.

Es un existir contradictorio, porque a la vez que se rechazaba el retoño de la modernidad europea, España se enfrentaba con la presencia de la alteridad, sin la cual tanto aquella como la modernidad eran impensables. Esto último es lo que han afirmado a su modo, Francis Bacon en Inglaterra, Miguel de Montaigne en Francia, y su querido amigo, Etienne de la Boitié, liberándose de la retórica medioeval, con las memorables diatribas contra los idola, el fanatismo religioso y la servidumbre humana.

En mi tiempo de estudiante de pregrado me declaraba vocero de otra cruzada, la de la escuela nacional, laica y única que vuelve a resonar 40 años después en calles y plazas de Colombia. El socialismo corría por mi mente y mis venas, y la obra esclarecedora de Antonio Gramsci era un faro. Los estudios subalternos, el cuestionamiento de una sociedad dependiente reverberaban por primera vez en la disputa tardía, en el rechazo a la imposición del Plan Atcon, el modelo expansivo del saber positivo cultivado desde Berkeley, que era y sigue siendo una suerte de ángel de la muerte, portador del progreso.

Hoy, este progreso, vestido de capitalismo global, barre de nuevo nuestras esperanzas, pretendiendo oficializar de modo definitivo en las entrañas de la universidad colombiana, el modelo privatizador, la máquina capitalista, contra lo cual hemos estado luchando de diverso modo.

Ahora nos toca, a las claras, hacerlo en medio de la más abyecta corrupción política, cuando la promesa de la constitución de 1991, a sus veinte años, lleva 10 de degeneración democrática, cuya única contención son las resistencias de diverso tipo y origen, y para las cuales, la rebeldía presente, la resistencia de la comunidad universitaria es un punto de encuentro de lo diferente, que es de suyo una alternativa a la modernidad portadora de explotación, dominación, subordinación y pérdida de singularidad sistemáticas.

De la indignidad a la dignidad manifiesta

Hoy más que nunca tiene que experimentar nuestra historia y pensamiento, en procura de la autonomía, una revisión radical. Despojarnos desde las entrañas el esclavo que nos habita. Deshonrar así la falsa, equívoca memoria de un individuo, un mercenario de la causa de los vencedores: Américo Vespucci que sirvió para subsumir la pluralidad que habitaba este continente en la identidad del uno.

Era una existencia común, volcánica, brutal, claro está, que incluía sacrificios humanos a porrón, y dominio sobre la población común. La violencia y el adoctrinamiento tornó “manso y sumiso” a un colectivo de otro modo inasible. Pero, la diferencia palpitante, brutal y sorprendente, de los sometidos, de los subalternos, no se logró sepultar pese a la acuciosa tarea de arrasamiento perpetrada por la España De Landa sobre la cultura de los vencidos, en nuestro continente.

Era esta bárbara aculturación, claro está, la réplica a lo hecho con la victoria de Granada, con loas al Cid Campeador, borrando 800 años de presencia “ajena”, árabe, mora. La pluralidad contenida en las entrañas de la España Celtíbera, era sometida también a un sistemático olvido en pro de una hispanidad ilusoria que se imponía a sangre y fuego en el “nuevo” continente que a partir de entonces llamarían América sepultando sus nombres antiguos o cristianizándolos.

La otra, la de las identidades múltiples, no se resigna a las autonomías que resultan pretextos para poner en suspenso las autodeterminaciones de países internos y personas. Esta otra se desparrama en calles y plazas con los indignados de hoy, con el triunfo en el país Vasco de una fuerza de izquierda, BILDU, para la cual la violencia de la Eta no puede esgrimirse más como el argumento para extender la minoría de edad a su población, impidiéndole ejercitar la democracia a plenitud.

La dignidad despojada del capitalismo que impuso a María Zambrano una lección temprana como discípula del gran pensador liberal José Ortega y Gasset, la hizo mirar con inocultable simpatía la presencia altiva de Miguel de Unamuno. Leído desde El sentimiento trágico de la vida durante su rectorado desde la Universidad de Salamanca. Oponiéndose al franquismo y a la sentencia de su vocero Millán Astray, su (anti)ética de muerte.

María no tuvo más chance que acudir al exilio, acompañándose de poesía y filosofía, y así escampó por el mundo, haciendo del suyo un pensamiento nómade en toda la línea, sin abandonar sus raíces cristianas, transidas de neoplatonismo, mística órfica y cosmopolitismo estoico.

Tampoco le tocó a María el tiempo de hoy, este presente esperanzador, por la lucha que se libra en todo el planeta, desde África hasta Europa, y desde ésta a los Estados Unidos y América Latina, donde capitalismo financiero y la democracia de los muchos cruzan armas. Donde la democracia económica que ella preconizó cuestiona el hegemonismo del lucro, de la oferta y la demanda, de la forma mercancía que pretende maquinizar todos los deseos.

Ella nos invitaría de estar viva, a recuperar la poesía liberadora inscrita en El Quijote, la máxima poesía de la Ilustración española, yerma de filosofía convencional, pero vibrante en términos de vida, ejemplo de parhesía, de búsqueda de la verdad. Un titán del pensamiento como lo fuera William Shakespeare, observador de la opera mundi arriba y abajo, donde todo lo que es sólido se disuelve en el aire, como lo parafrasean Marx y Engels en el Manifiesto Comunista.

Esta mujer piensa en acto, el suyo es un pensar-viviente como lo fueron antes el de Hannah Arendt, o el de Rosa Luxemburgo, quienes navegaron en orillas opuestas, con creencias diversas. Damián las recuerda a todas en apartes significativos de su libro. Uno donde la voz de los vencidos, lo plural popular no se rinde, porque su polifonía es irreductible. Damián emula con la tradición que se registra, con otro estilo, en la obra sarcástica del francés Rabelais, en el claroscuro de un vecino del Báltico, Feodor Dostoevski, de lo cual con lucidez extrema nos informó la crítica de Mijail Bajtin, él mismo sobreviviente del totalitarismo y el pensamiento único propio de la ideología del “progreso” estalinista.

De Atenas a Málaga, de la Música a la Poesía.

María Zambrano padecía la Agonía de Europa, y ella anidó como resistencia su existencialismo cristiano, y su esteticismo desgarrado, que anuda lazos perdurables en Nietzsche, sin suscribir el ateísmo de la muerte de dios.

En su escrito El pensamiento vivo de Séneca, el más revelador manifiesto filosófico, de la anti-filosofía practicada, en clave religiosa María revela su estrategia como sigue:

“La cultura griega, lo que el espíritu de Grecia creara como revelación del hombre y aún de la misma naturaleza que sometió a medida, era incompatible con la vida real, tal y como tenía que ser bajo el Imperio, donde nada tenía armonía, número ni medida. El alma griega o engendrada por Grecia tuvo que sufrir la más amarga servidumbre en este imperio, tuvo que sentirse sin asidero, desvalida en medio de la pompa inhumana de este poderío sin medida.”

Frente a la impotencia de la razón, y con un silencio significativo, en Zambrano, a propósito de Baruch Spinoza, recuperado por sus reverberaciones en Nietzsche, ella echa mano de Scheler, de Bergson para hacer su crítica y colocarla en el lugar inconquistable de la poesía. Es una constante que se extiende desde su primer libro, bajo la influencia intelectual de Ortega y Gasset, Horizonte de Liberalismo (1930) enfrentada a una España de sacristía, hasta Los sueños y el tiempo (1992).

La rebeldía de María contra el liberalismo, ahora diremos, contra el renacer del neoliberalismo, “La vida está por encima de la razón, por lo que es inabarcable y a la que mueve como su instrumento…la vida jamás podrá conocerse en su totalidad, porque no es copia de ninguna estructura inteligible (Pachón, 2011, p: 120).”

El remate de este periplo donde ella recupera el corazón, el alma para ponerle límite a los desafueros de la razón tiene en Los Bienaventurados (1990) una luz de esperanza vital frente a la pobretería filosófica de España, que experimentó, dice ella, un pensamiento siempre afincado en la admiración, pero no en la violencia. Una violencia que España practica y ejerció a granel contra los suyos y los otros allende de Iberia.

Zambrano es también materialista, pero a la manera de los poetas místicos de España; retorcidos en su saber y pasiones que los hizo universales, porque Teresa y Juan de la Cruz, no renuncian al mundo de la carne, de su carne martirizada por una fe insondable; ciega a la razón, pero abierta al (co)razón que Zambrano rescata y encuentra depositado incólume en el sur de España. Las tierras del Andhaluz, el crisol de las civilizaciones y culturas más diversas.

No acude a los campos de Castilla, la tierra que habitara el ingenioso hidalgo, Don Quixote, en procura de la desmesura de un mundo ido ante sus ojos razonadores. Para María, “el pensar español se ha vertido dispersamente, (a)metódicamente, en la novela, en la literatura, en la Poesía. Eso sí, ella le apostó toda la vida a la razón poética, y ello la salvó del aquelarre de la guerra civil, y el derrumbe irracional ante sus ojos, de Europa, y la España de Guernika y la guerra civil, asesina de miles de seres anónimos y también de poetas.

Zambrano le apostó al conocimiento poético, para arrancar algo de las entrañas del mundo humano alienado, bajo la égida del capitalismo y la ilustración, que denunciaron con agudeza Adorno y Horkheimer. Una denuncia retrotraída hasta el tiempo de Odiseo y su canto de sirenas.

Ella marchó también en contravía de Platón y su censura a las artes, porque, para ella, recuerda Damián en un epígrafe:

“Pensar propiamente es arrancar algo de las entrañas a la realidad en cualquiera de sus aspectos y modalidades. Es en últimas el modo como ella se refiere impropiamente, dirán los cultores de Freud, como subconsciente, lo originario, el sentir irreductible, primero, del hombre en su vida, su condición de viviente (Pachón, 2011, p: 131)”.

Y todo esto, ¿qué tiene que ver con la madurez de nuestro joven filósofo?, quien escoge a María Zambrano para su peregrinar en pos de la adultez sin renuncias. Damián recoge enseñanzas y claves de esta mujer admirable. Lo revela ante nuestra mirada con una cita emblemática de su libro, tomada de El hombre y lo divino que dice:

“(La filosofía) está…obligada a descender a los infiernos inexplorados de la vida, aunque la vida no sea toda ella –en el supuesto- infernal. No le está permitida la elusión del infierno a quien pretende explorar la vida humana…a no retroceder ante nada.”

Quizá aquí se entienda si dudarlo, la fascinación y cercanía que en este laberinto vital arrastran a María y a Damián a acompañar en sentido real, la una, y figurado, el otro, las enseñanzas de Cioran, un rumano, tan cercano a las afecciones de la cultura del sur, de la cual también vivió Spinoza, que nos coloca tan cerca de Africa, de Egipto, y del mundo árabe y berebere, donde el corazón y la imaginación no nos abandonan, y nos hacen silbar en medio de la angustia. Revelar la música interior que nos habita y nos define en los orígenes. El canto de las sirenas que nos salva de las trampas de la razón.

Ajuste de cuentas y remembranza

La formación de una red de singularidades afectivas es el mejor antídoto contra el ego-ismo actual. Damián Pachón (2011)

Con este puente, en parte inescrutable, dediquémonos a escudriñar lo más propio de la madurez del comentarista comprometido, la voz de Damián que se queda para el final de su libro sobre Zambrano, que él denomina: Mi punto de vista: de la crítica del sistema filosófico a la biofilosofía.

Pachón, el joven filósofo, ajuste cuentas con sus dos maestros, una suerte de Adán y Eva, Darío Botero y María Zambrano, para salir expulsado del paraíso prometido de la modernidad racionalista, con la mediación de la discusión agria, inteligente de la posmodernidad y lo posmoderno. Él, a qué dudarlo, quiere ir más allá de la resurrección de Nietzsche, porque por sobre todo ama la vida. Quiere en suma, apartarse de la miseria del filósofo, y acepta entonces el consejo erudito y agudo de Giorgio Colli, traductor y organizador del legado nietzscheano, a la sombra del socialismo impuesto que padeció la llamada R.D.A.

La opción para Damián del otro lado, lo que Michel Onfray denomina la anti-filosofía, y para esta aventura se acompaña también de Michel Foucault, Pierre Hadot y Gilles Deleuze, asumiendo el desafío renacentista de asumir la existencia como obra de arte, que proviene de la lucidez demente de Nietzsche, quien abandonó todas las certezas incluida la que le ofrecía tentadoramente el cristianismo.

Damián también se revela contra la seguridad sistémica, no importa que ésta se disfrace de incertidumbre o de modernidad líquida como la llama el polaco Bauman. Damián deambulo curioso y rebelde por el castillo de Barbazul, pero no quiere despojarse aun de Las Moradas de Teresa de Jesús.

Damián dejando a un lado a España busca refugio en América, y las culturas de los llamados pueblos originarios, se acerca a la poscolonialidad y a la decolonialidad para descubrir y descubrirse en la otra modernidad; porque esta no es única ni monopolio de los vencedores, de lo dominadores. Y el compromiso es con los vencidos, junto a las palabras, el arte mismo, un credo compartido con María Zambrano para garantizar salud al alma. Ella reza así:

“Lo que normalmente sucede con todos los vencidos, en cualquier historia de que se trate: (es lo siguiente) se toma de los vencidos lo que hace falta sin nombrarlos; se les concede la razón ineludible, más apoderándose de ella, y trasladándola al campo del vencedor, que lo hace con tranquilidad de conciencia, tanto que bien puede no darse cuenta de lo que hace…La semilla, toda semilla ¿no está vencida cuando está enterrada? Y cuando revive de entre los muertos, donde se la arrojó, es porque se ha vencido enteramente a sí misma”.

Este éxodo filosófico, es a no dudarlo , un exorcismo vital. El que ha perpetrado con gran lucidez Damián Pachón, que de la mano de esta sacerdotisa se ha entreverado en los misterios de Orfeo; y dispone a la cura práctica, dejando a distancia el egotismo, el solipsismo, el elitismo, el bandidaje, y el culto a la repetición.

De este modo, hace justicia, rinde cuentas a sus dos maestros de cuna, Darío y María, y sigue su peregrinar en el caos del mundo, hibridando en su voz y escritura las lecciones incompletas de Herbert Marcuse, que vuelven a renacer en el puerto de Auckland, en las vecindades de San Francisco, en la California que alojó a Steve Jobs, de una parte; y de otra, a la vocación presente de la universidad popular, a la Política del rebelde, en la que Onfray afinca la resistencia y la insumisión. Luego vendrá quizá, el aggiornamento con otros discursos y otras prácticas, para los que la autonomía individual y colectiva son principios de la liberación y repotenciación de lo común.

LO último dicho amerita otro libro y nuevas prácticas, que aparecen se vislumbran delante de nuestros ojos, que nos hablan de poder y potencia, de la anomalía salvaje del tiempo presente, donde lo común hace la crítica de la separación capitalista entre lo privado y lo público, y cuestiona la razón binaria de la paz y la guerra que nos someten todavía. Es aquí, y a partir de aquí, donde arranca el nuevo Prometeo colectivo, sin cadenas. Al que Damián se refiere como Bíos philosophikós o biofilosofía, apoyándose en las intuiciones de Bergson. Aquí yo asumo este desafío como la invitación a repensar lo que Gramsci recuperó, yendo hasta Giambattista Vico, y al legado de otros materialistas, vía Antonio Labriola, llamándolo Filosofía de la Praxis para desentrañar el presente y otear un posible destino diferente para la subalternidad.

Auditorio, Facultad de Filosofía, U. Sto Tomás, Bogotá, jueves 3 de noviembre de 2011.

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