CORRUPCIÓN
Y DESREGULACIÓN
David
Jiménez[1]
La mano invisible de Adam
Smith no ha podido controlar la especulación y los desequilibrios entre oferta
y demanda desde siempre. Seguro que él, un moralista escocés, no contaba con que
muchas democracias tendrían sistemas políticos con corrupción en las
instituciones y en las empresas.
Hace cerca de 2 años, la película Inside Job, “trabajo confidencial”, dirigida por Charles Fergusson
ganó el premio Oscar por mejor documental en 2011. Ella mostraba los orígenes de la crisis financiera
en EE.UU en 2008 debido a la corrupción, el conflicto de intereses, que incluyó
la traición de los académicos quienes defendían el sistema financiero; y al
mismo tiempo con ellos como ahora en Colombia, a los “ benditos” consultores de
las grandes empresas, calificadoras de riesgo corruptas hasta el tuétano. Por
nombrar a algunos de los seres que encarnan y se benefician de los “problemas”
de la desregulación del mercado de capitales, y sus consecuencias económicas y
sociales desvastadoras para miles de miles que construyen con su trabajo
honesto y esforzado este joven e ingenuo país.
El
caso colombiano
Aquí, el mercado de valores
y de capitales solo es vigilado por la Superintendencia financiera, adscrita al
Ministerio de Hacienda y Crédito Público, de resto por la Bolsa de Valores de
Colombia, DECEVAL y el auto-regulador del mercado de valores. Estos son los
reguladores privados de dicho mercado, esto es, opera bajo la feria de los intereses privados de los empresarios de
la especulación, la cueva de Rolando del capital financiero transnacional.
La desregulación para la
inspección y vigilancia del mercado financiero y de valores ha provocado el
colapso más grande la última década: la liquidación de la empresa de origen
antioqueño Interbolsa, que tuvo como su antecedente de más bajo espectro a
Factor Group, del que se hizo hasta hoy poco ruido, y se masticaron muchas
nueces de parte del señor Vigoda, estrella fugaz del grupo SURA.
Al parecer la especulación
con recursos de inversionistas terminó, Fabricato fue el trompo de poner,
porque ya no podía cumplir con las obligaciones pactadas y los beneficios
prometidos a estos. Esta solo fue la apariencia, la forma para dar a conocer su
descalabro económico, sin que la gran mayoría pudiera conocer la fecha exacta
del declive y corrupción sobre el uso de las inversiones y el aumento ficticio
del precio de la acción de Fabricato. Pero eso sí, sus directivos sí pudieron
hacer su agosto, pagándose jugosas primas y salarios, y poniendo a buen recaudo
parte de sus fortunas personales.
Sin embargo, todos se
preguntan a posteriori, dónde estuvo la Superintendencia financiera para darse
cuenta de las inconsistencias de las operaciones de Interbolsa, y notar el
rosario de funcionarios que se declaraban impedidos, desde el exministro de
Hacienda para abajo, para dejar que la bola de nieve rodara cuesta abajo y en
silencio; ó si los auto-reguladores privados, DECEVAL, fueron afectados por una
intempestiva ceguera, digna de un relato de Saramago al revés, para dejar el
mercado accionario en manos de piratas depredadores, y tampoco quisieron notar
las trapisondas, las supuestas “fallas”
de la empresa Interbolsa.
Lecciones
por aprender
En estos tiempos de la
economía de mercados desregulados y globalización tout court, insinuar la
regulación estatal al mercado de valores y financieros parece estar en otros
tiempos del siglo XX, arrinconada como una antigualla. Así que, es obvio que
este mercado global maneje discrecionalmente sus niveles de corrupción ad
infinitum para enriquecerse con la
especulación y la ingenua codicia de los peces pequeños, sin tener en cuenta
las consecuencias económicas que le puede traer a un país, sacrificado en el
altar del capitalismo casino, cuando dichas operaciones no tienen éxito
recognoscible a nivel nacional aunque llenen las faltriqueras de otros truhanes
avisados a nivel regional y global.
En la crisis de Estados
Unidos y Europa desde 2008, provocada por la desregulación, obrando a través de
las hipotecas basura, las “famosas” subprime, todo el sector privado acudió a
golpear las puertas del Estado, y Obama compró su elección a cambio del rescate
descarado de los ladrones del erario; y algo similar ocurrió con casi todos los Bancos Centrales para que intervinieran y
salvaran financieramente con los ahorros y seguridades de los muchos a los bancos privados piratas y ladrones.
Así que el Estado volvió a ser un protagonista
comparsa para salvar a los empresarios del mercado de capitales, más no para
que se les inspeccione, vigile y regule constantemente. Se volvió a repetir la
advertencia del demonio Marx, que calificó a los Estados del siglo XIX como una
agencia administradora de los riesgos del capital.
En Colombia, a pesar de ser
un país con alto niveles de corrupción, ubicado en el puesto 94 de 174 a nivel
mundial en el informe presentado por Transparencia Internacional, sus
autoridades, con el presidente a la cabeza, también deben atender y resolver
los problemas ocasionados por la corrupción privada en el mercado de capitales.
Para diseñar sin dilaciones una regulación especial para dicho sector con
sanciones penales y económicas para los miembros de las juntas directivas y cuerpos
directivos de las empresas.
Así mismo, el eufemista
gobierno de la prosperidad debe regular el papel de la Bolsa de Valores de
Colombia, Deceval, y fijar sanciones
severas para el autoregulador del mercado de valores, y castigar con la
legislación que regula el pánico financiero a los que han esquilmado la riqueza
colectiva. Se trata de no acabar de rasgar del todo el velo de la ignorancia
bautizado confianza inversionista,
por el anterior ocupante de palacio, y
aprender con sentido práctico tanto las lecciones de la película Inside Job, y en el plano local la sobreactuada tragicomedia
de Interbolsa.
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