La lección de Haití y la América que aún no despierta.
Aída Alami es una periodista y cronista, radicada en Marruecos. Viajera a través de los continentes. Esta vez viajó al Caribe americano, y en particular visitó la antigua isla La ESpañola, para explorar la vida de los haitianos hoy en día, y escribió un reportaje publicado en el NYR Books de la pasada semana.
Aída atravesó el río Masacre, que separa el territorio de las dos naciones, y que de un cierto modo, rememora las tragedias, el odio, la esperanza y el reclamo de ayuda.
Haití, sin embargo, en la historia moderna, Haití, entonces la Isla de Santo Domingo, es el primero de los países de América Latina en proclamar su independencia, durante el ascenso de la revolución francesa, de la que era hasta entonces colonia.
El propio Robespierre y otros jacobinos tuvieron que tomar posición cuando los haitianos, dirigidos por Toussaint Lovertoure, 1791-1803, se proclamaron independientes de la nueva república que dejaba con violencia a un lado, el pasado feudal del Ancien Regime.
El mariscal Petion fue uno de los líderes políticos que se comprometió en ayudar la gesta de la independencia, respaldando al revolucionario mantuano, Simón Bolívar, quien visitó las Antillas, estuvo en Jamaica, donde escribió su visionaria carta, y, por supuesto, en Haití, donde fue atendido y recibió apoyo en armas y pertrechos para adelantar la lucha de independencia.
El pensador y militante trotskista, CRL James, sobre aquellos tiempos escribió su libro Los Jacobinos Negros, que es un clásico de la literatura histórica en el Caribe americano,
Ahora, Haití vive una suerte de servidumbre varias veces multiplicada, con su vecina República Dominicana, donde las condiciones de miseria y extrema pobreza de su vecina, le hacen controlar, y dosificar el flujo de trabajadores haitianos hacia su territorio.
Por lo que no solo hay cerca alambrada sino soldados armados y apostados para evitar cualquier irrupción intempestiva de un éxodo de pobres irredentos. Tal y como viene ocurriendo en diferentes partes de la tierra, recordando en vivo las heridas infringidas por la colonialidad, que no se restañan y tampoco se curan con el capitalismo rampante.
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