domingo, 16 de junio de 2013

CORRUPCIÓN A LAS PUERTAS DE LA INSTITUCIONALIDAD

CORRUPCIÓN A LAS PUERTAS DE LA INSTITUCIONALIDAD

David Jiménez[1]

En el 2011 la opinión pública colombiana comenzó a darse cuenta de la corrupción en Bogotá D.C. por los medios de comunicación y la justicia con el famoso “Cartel de la Contratación” con Alcalde, Senador, Contralor,  Gerentes, Concejales y Contratistas del Distrito dispuestos en una red de captura del Estado a nivel distrital para apropiarse de las rentas públicas.
Sin embargo, lo sucedido en la Capital de la Republica ilustra una de las debilidades de la democracia colombiana: la calidad de las instituciones.

En primer lugar, el Distrito Capital al igual que cualquier municipio, además de tener la Personería Distrital cuenta en su estructura jurídico-administrativa con la Contraloría Distrital para el control fiscal de recursos públicos; y  es la única ciudad de Colombia en tener  la Veeduría Distrital, que es entidad encargada de vigilar la transparencia en la gestión de todas las entidades públicas del nivel distrital en Bogotá D.C. Pese a lo anterior, el contar con instituciones de control  de la gestión publica, la corrupción abarcó hasta el excontralor Morales Russi en  el carrusel de la contratación.

En segundo lugar, en el Distrito Capital están también las sedes principales de la Fiscalía General de la Nación, Procuraduría General de la Nación, Contraloría General de la Republica, Presidencia, Congreso y altas cortes de la Rama Judicial.  El fortalecimiento del cartel corrupto de la contratación en Bogotá se aprovechó de la ineficiencia de los organismos de control, administrativos y judiciales del orden nacional, que sin embargo actuaron por las noticias de los medios de comunicación, no por el ejercicio propio de su función.

Entonces la corrupción en Bogotá se debe las ineficientes instituciones públicas, que cooptadas por la corrupción y el clientelismo no cumplen con los fines dispuestos por la constitución política y la ley.  Vista la captura del Estado a nivel distrital con la inoperancia de las entidades del orden nacional en la misma Capital de Colombia, qué podemos pensar de la suerte de las gobernaciones y alcaldías en toda la geografía institucional del país. Estas adolecen de instituciones de control a la gestión pública.

Muchos municipios apenas tienen Personerías municipales como único órgano para vigilar la función pública; por lo que no es un secreto que en cambio existen redes y carteles de corrupción a nivel regional y local. Estos no han sido detectados por la institucionalidad cuando “acreditan” en el papel acueductos  y  vías construidas en la ficción de los informes contractuales y de interventoría de las entidades estatales, pero que en la realidad no son más que mamparas del asalto continuado al erario municipal o departamental en medio de la mayor impunidad imaginable.

El escándalo de corrupción en Bogotá revelado por medios de comunicación y probado por el sistema judicial nuestro, es el síntoma de la debilidad de las instituciones en nuestra precaria democracia liberal, porque toda la ilegalidad y criminalidad perpetrada lo fue a los ojos de la institucionalidad distrital y nacional. Las famosas reformas de la transparencia y el buen gobierno no han servido para fortalecer los órganos de control y la Rama Judicial en los más de 1100 municipios en la función de prevenir, detectar, investigar y sancionar los delitos de corrupción.

El discurso del Buen Gobierno del Presidente Juan Manuel Santos se ha quedado ayuno, a pesar de contabilizar el respaldo de su mayoría parlamentaria, quienes presentaron con ruido y estridencia como solución al problema el tristemente famoso Estatuto Anticorrupción Ley 1474 de 2011, que fuera de la retórica moralizante no fortaleció ni técnica y mucho menos humanamente los órganos de control y la rama Judicial. Tampoco está garantizada la independencia política del Procurador, Contralor, Fiscal y sus pares en las regiones y localidades.

Finalmente, la solución es más democracia con el fortalecimiento de las instituciones,  con el control ciudadano directo, la independencia política y una capacidad presupuestal y técnica adecuadas al cumplimiento de sus funciones en toda la geografía institucional colombiana.



[1] Politólogo. Participante del Grupo Presidencialismo y Participación de la Universidad Nacional de Colombia. E-mail: presid.y.partic@gmail.com

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