¿ LAS COMISIONES DE ÉTICA TIENEN
UTILIDAD Y SENTIDO?
David Jiménez[1]
En las corporaciones públicas de elección popular tales como el Congreso,
Asamblea y Concejos Municipales existen las llamadas “Comisiones de ética”, con el objetivo de velar por el cumplimiento
de los deberes constitucionales y legales de los corporados; y para precaver de
la no existencia de conflictos de interés en el trámite y aprobación de leyes,
ordenanzas y acuerdos, respectivamente.
Sin embargo, en la institucionalidad colombiana, solo basta ir a consultar
los archivos de estas corporaciones y de las “comisiones de ética” para ver su
poca funcionalidad cuando los casos de corrupción, clientelismo y conflictos de
interés desbordan el “diligente quehacer” de los honorables concejales,
diputados y congresistas.
Como ejemplo, podemos tomar el Concejo Distrital de Bogotá, como lo prueba
el trabajo articulado y corrupto de algunos concejales en el Carrusel de la Contratación. Lo sabemos
por las denuncias de prensa, primero, y luego por lo probado en el sistema
judicial nuestro. De no ser así, con el puro quehacer de la “comisión de ética”
tendríamos más impunidad.
A su vez, está el caso de la Asamblea Departamental de Antioquia, donde un
diputado repartiendo dinero a los ciudadanos, desdibuja a dos manos la
democracia representativa y participativa.
Ejemplifica la ola perenne del clientelismo: “dinero por votos”. Ahora
sólo queda esperar que la “comisión de ética” lo sancione y le dé traslado a la
Procuraduría General de la Nación para la correspondiente investigación
disciplinaria. Si no lo hace, es un argumento más de que dichas comisiones no
son para velar por el cumplimiento de la ética sino para garantizar la
impunidad y el silencio de nuestra “democracia” ciega y sorda.
Para cerrar este fresco desgarrador, conviene actualizar el fenómeno de la
parapolítica, donde muchos congresistas se vieron involucrados en relaciones
con grupos al margen de la ley, la Corte Suprema de Justicia actuó, pero la comisión
de ética del congreso guardó un atronador silencio.
Una posible explicación
De una parte, la tradición corrupta
y clientelista del sistema político colombiano es una explicación para la poca
funcionalidad de las comisiones de ética de las corporaciones públicas. De otra
parte, resulta que los mismos corporados, los ilustres miembros de las
comisiones de ética, y basta con recordar a Heyne Mogollón, no tienen la
responsabilidad misma de denunciar e investigar a sus colegas. Entonces vale la pena formular este esclarecedor
interrogante:
¿Existirá “colegaje” en dichas comisiones?
No por casualidad, las pomposas reformas políticas de 2003 y 2009, que
declaran buscar el fortalecimiento de los partidos políticos y la
responsabilidad política, sufren de amnesia al respecto. Para nada tocaron las
“comisiones de ética” de las corporaciones públicas. Ellas compiten casi por
igual con la eficacia de las “comisiones/tribunales de Ética” de los partidos
políticos colombianos que las más de las veces son figuras estatutarias y no
funcionales, grabadas en mármol pegadas
a la sentencia pre-electoral del actual presidente de Colombia: “no
habrá nuevos impuestos”. Pero, entonces, ¿cómo pagar las clientelas que los
eligen y re-eligen?
Es así que para evitar comportamientos corruptos, clientelistas y anti
éticos de congresistas, diputados y concejales solo queda, de una parte, en
verdad, fortalecer la independencia política de los órganos de control, porque
entre ellos mismos “no se pisan la
manguera”; y de otra, que se establezca la revocatoria del mandato de los
congresistas de ahora en adelante.
PD: Permítanme compartir una inquietud diplomática: ¿el
proceso de paz en La Habana depende de Venezuela o de todos colombianos?
[1] Politólogo. Participante del Grupo
Presidencialismo y Participación de la Universidad Nacional de Colombia. E-mail:
presid.y.partic@gmail.com
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