viernes, 14 de mayo de 2010

Primera sesión del III Seminario Internacional Antonio Gramsci, 13 de mayo de 2010 Bogotá, Universidad Nacional, Durham, Duke University, Universidad Javeriana, Cali, Politécnico Grancolombiano, Bogotá.

DIÁLOGO CON MICHAEL HARDT, COAUTOR DEL LIBRO COMMON WEALTH CON ANTONIO NEGRI.

PONENCIA INAUGURAL (Apartes)

GENEALOGÍA Y RUPTURA DE LA REVOLUCIÓN PASIVA


Miguel Angel Herrera Zgaib

Profesor Asociado, Dpto de Ciencia Política, Unal
Director III SEminario Internacional Antonio Gramsci


Condorcet proclama, y Hannah Arendt se hace eco de él doscientos años más tarde, que la palabra revolución se aplica solamente para las revoluciones que tienen a la libertad como su objeto. Nosotros extenderíamos esto diciendo que las revoluciones tienen que tener la democracia como su objeto y entonces que la dirección y contenido de la transición revolucionaria tiene que estar definido por el incremento de las capacidades para la democracia de la multitud. Hardt, Negri. Common Wealth, pp: 362.

¿Qué tiene que ver todo lo ya dicho con la vida y obra de Antonio Gramsci? Máxime, cuando su fallecimiento ocurrió en 1937, a un año de salir de las cárceles fascistas. Consumieron su libre movimiento por más de un decenio, pero nunca su potencia reflexiva en un abyecto constreñimiento, doblado por el aislamiento que practicó sobre él comunismo internacional liderado por Stalin, agenciado por su secretario Palmiro Togliatti.

La guerra de posiciones y la revolución pasiva se relacionan con el modo cómo Gramsci pensó las revoluciones proletarias en el siglo XX, en particular, del modo cómo entendió más allá de la existencia física de Marx sus hieroglifos sobre el específico tópico de la revolución burguesa y proletaria. Esto se fraguó en las intensas deliberaciones tenidas por el cerebro colectivo que pensó la revolución en Occidente, posibilitadas por el triunfo en Rusia, a instancias del Konmitern.

Gramsci etiquetó sus insights, sus intuiciones, en la ecuación Oriente y Occidente, para reconocer que la sociedad civil en ambos escenarios hacía una gran diferencia. El desarrollo capitalista tenía rasgos singulares en ambos lugares.

La de Oriente era una sociedad civil gelatinosa, en relativa formación, donde la sociedad capitalista no estaba plenamente establecida, puesto que había una inmensa masa de campesinos recién liberados de las cadenas de la servidumbre. Otro cantar era en los países europeos, y en los Estados Unidos de América, que inspiraron sus reflexiones del Cuaderno Americanismo y Fordismo.

Marx plasmó in nuce, de modo breve, la intuición de la hegemonía, de la dirección proletaria, y su carácter en las páginas dedicadas a las luchas de clases en Francia. En particular, su célebre fascículo, El 18 Brumario de Luis Bonaparte es ilustrativo al punto.

Pero, más definitivo aún, es el modo temprano cómo Marx y Engels definieron el peculiar carácter revolucionario del capitalismo como un todo. Tal y como aparece en el Manifiesto Comunista (1848), que es una suerte de contra-revolución permanente en marcha, al confrontarse con las luchas proletarias de liberación del capital y contra los yugos coloniales, según la especificidad de los entornos de la cadena imperialista.

Sobre el particular es ejemplar como resumen el escrito de Antonio Gramsci, Análisis de situaciones, relaciones de fuerzas, pensado para la escuela de cuadros que intentó motivar en los primeros años de su encarcelamiento, a partir de 1929. Allí, él sintetiza de manera creativa, su experiencia internacionalista de Viena y Moscú, donde tuvo una cura de salud, encontró y conquistó al amor de su vida, la pianista Julia Schucht.

Gramsci definió dos tipos de revoluciones: la revolución desde abajo, activa con la participación directa proletaria y nacional popular, de una parte; y la revolución pasiva, desde arriba, el conformismo del capital, que todo cambia para que todo siga igual, de otra.

La reflexión de Gramsci actualiza el planteamiento de Marx y Engels, vertido en el Manifiesto Comunista, que el capitalismo tiene que revolucionarse permanentemente, y lo escrito posteriormente al estudiar la lucha de clases en Francia, cuando distinguiera Marx entre revoluciones burguesas y proletarias.


Gramsci reedita creativamente estas lecciones, entendiendo la experiencia del Risorgimento italiano como una forma de revolución pasiva, el modo como Italia se hace a la mar del capitalismo en forma tardía, y que sólo se perfecciona perversamente por la vía del fascismo, cuyo conductor será el antiguo líder de la juventud socialista.


Gramsci también hizo desde su encierro un ejercicio de síntesis de una revolución burguesa clásica, la francesa, mostrando el corte de clase que la periodiza en su expansión, marcado por la rivalidad epocal entre proletarios y burguesos, en se resume en el evento de la Comuna de París.

Es, ni más ni menos, que el finiquito de la experiencia jacobina, la onda larga de la expansión de la libertad de la república de la propiedad impuesta por las armas, que choca con la insurrección de los communards que reclaman la abolición de esa república burguesa, y su reemplazo por la dictadura proletaria, en medio del estruendo de cañones y fusiles coaligados de Bismarck y Thiers.

Bicentenario y emancipación: un comienzo

¿Cuánto no se opondrían todos los nuevos estados americanos, y los Estados Unidos que parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad? Me parece que yo veo una conjuración general contra esta pobre Colombia, ya demasiado envidiada de cuantas repúblicas tiene la América. Carta de Bolívar al General Urdaneta. Cita del texto Marx y Bolívar: historia de un fraude, escrito por José Obdulio Gaviria. Lecturas Dominicales, 28 de octubre de 2006, p: 9.


Después de la Comuna, cambiará de eje el curso de la revolución pasiva del capital, en el espacio tiempo del mundo. Los Estados Unidos de América, el republicanismo de la propiedad en expansión, ajustará las cuentas en una guerra civil con la propiedad física de los esclavos en el sur. Tomará la batuta de la revolución burguesa, después del periodo de la Reconstrucción,[1]


Ahora bajo una renovada forma de revolución pasiva, la productividad del fordismo y el conformismo social del americanismo que lo complementa, que respondió a las luchas obreras de fines del siglo XIX y comienzos del XX, con los wobblies de Daniel de León, y la orden de los Caballeros del Trabajo, y el vigoroso populismo que exigía el mantenimiento del patrón oro.


Al mismo tiempo, la república del capital puso fronteras al carácter expansivo de la revolución suramericana, que resulta de la guerra de independencia realizada triunfalmente por los ejércitos bolivarianos.


Después de la insurrección contra el imperio español, y la guerra revolucionaria prolongada que se sella en los campos de batalla de Boyacá, Pichincha y Ayacucho, el proceso de la liberación sufre el primer boicot internacional es la confrontación en la Anfictionía de Panamá entre Bolivarismo y Monroísmo, en 1826.


Es a la manera de la revolución pasiva del capital, inmortalizada en la novela Gatopardo del Príncipe de Lampedusa, y en Colombia por los escritos periódicos de Rafael Núñez bajo el nombre de Regeneración, como la contracara del Federalista estadounidense, el modo, digo, como la revolución de los de abajo, los afro, los criollos, mestizos y sectores indígenas fue domada en Colombia.


Primero, con la derrota de la liberación plena de los esclavos en que se había comprometido Bolívar con el apoyo que recibió de la revolución haitiana. Esta sólo ocurrirá hasta 1853, bajo el gobierno del Gral José Hilario López.


En seguida vendrá el aplastamiento del levantamiento y gobierno de las Sociedades democráticas en 1854, que llevaron al gobierno por unos meses al general José María Melo, que terminará exiliado y encontrará fin a sus días en México.


En Colombia, la revolución pasiva corresponde al periodo de la Regeneración, que Fernando Guillén Martínez, denominó el primer Frente Nacional que consolida la república de la propiedad fundiaria terrateniente y ofrece las primeras garantías a la fusión con el capital bancario y el capital comercial que facilitará un despegue industrial incipiente.


Dicho de otro modo, la Constitución de 1886 es la armonización de intereses entre las oligarquías, que representan a las clases terrateniente y burguesa comercial, que dan vida al capital financiero y los incipientes procesos de industrialización, que de otro lado excluye del poder político efectivo a los grupos y clases subalternas de Colombia.


Así se marcaron los primeros 100 años del republicanismo oligárquico autoritario pleno, que culmina con la presidencia de Carlos E. Restrepo, el primer centenarista en el gobierno del incipiente capitalismo nacional.


En 1910, la generación del siglo de la Independencia entronizó la institución de la acción de inconstitucionalidad, una

pieza maestra del liberalismo que es utilizada pocas veces por la ciudadanía del común; y será, la más de las veces, después, un monopolio de los abogados y de no pocos rábulas.


[1] Ver los escritos de W. E. Du Bois, en la interpretación del papel de los grupos y clases subalternas, y Charles H. Beard desde la perspectiva constitucional estudiada desde la perspectiva de los factores reales de poder.


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