viernes, 15 de julio de 2011

Desde Abajo ha vuelto a publicar esta entrevista con Rubén Jaramillo Vélez. Nos remitió el texto completo el profesor e investigador Juan Carlos García Lozano, quien se dedica al estudio de las clases subalternas y la intelectualidad orgánica. Aquí reproducimos la primera de tres partes. N de la R.


Rubén Jaramillo Vélez: “Me siento un modesto divulgador”

MARTES, 21 DE JUNIO DE 2011. DESDE ABAJO

El profesor Rubén Jaramillo Vélez ha impartido sus clases de filosofía por más de tres décadas en la Universidad Nacional. Su estatura intelectual va de la mano de su pasión docente y de su ethos civil. Consagró la mejor parte de su vida a la publicación de la Revista “Argumentos”, en la que se divulgó en nuestro país importantes obras de la Escuela de Fráncfort y la filosofía clásica alemana. Reproducimos un fragmento de una entrevista realizada por “Babel” de Medellín, 1995 –Víctor Bustamante Cañas, Juan Carlos Celis Ospina y Omar Urán– cedida generosamente a “Cuerpo de Letras”.

P - ¿En qué año se va usted para Alemania?


RJV - En 1965. Yo había estudiado en la universidad cuatro años alemán con una excelente profesora que también enseñaba en el Instituto Goethe. Para mí era muy importante aprender alemán, porque había estudiado filosofía y me daba cuenta de que las traducciones no daban la talla... Estudié con Danilo Cruz Vélez, quien también era un gran impulsor de la filosofía alemana, sentía por él una gran admiración y seguía sus cursos con gran interés... Ya había leído algunos autores alemanes. Leí mucho a Nietzsche, desde muy joven, comencé a leerlo a los 18 años, una experiencia muy significativa para mí. Antes de irme para Alemania ya había comenzado a leer en el original las primeras páginas del Zarathustra. Tuve una crisis muy profunda cuando me metí a un seminario sobre la Fenomenología del Espíritu de Hegel y no entendí absolutamente nada.


P - ¿Pero, lo terminó o no?


RJV - Asistí durante todo el invierno al seminario, pero sólo después de que terminó el seminario me fui al “Apparat” –la biblioteca que organizan para cada seminario– y me puse a repasarlo, a leer todos los protocolos, las actas de las discusiones durante las sesiones. Leyendo a Hegel me tocaba dibujar las frases para no perderme respecto del sujeto, por ejemplo, o del predicado; para no perder nada de esa endemoniada sintaxis alemana… Tuve una crisis muy profunda, llegué a pensar que no iba a ser capaz. Pero además, es que yo llegué a Berlín exactamente en el momento cuando comenzó la revuelta…

P - ¿Y cómo fue eso?


RJV - Unos meses antes, tal vez en diciembre de 1964, habían organizado algunos estudiantes una manifestación frente a la sede del Concejo de Berlín contra Moisés Tshombe, el político congolés a quien se le adjudicaba la responsabilidad por el asesinato de Patricio Lumumba… Ese, me parece, fue el inicio del movimiento estudiantil en Berlín. Pero además, en la primavera del 65 los americanos comenzaron a bombardear el territorio de la República Democrática de Vietnam. Se produjo entonces una convergencia de diversos factores con los que afectaban específicamente a la vida académica, que condujo finalmente al estallido de la revuelta durante el semestre de verano. Justamente cuando llegué se inició, comenzaron a surgir Rudy, Rabehl y otros jóvenes que rápidamente se convertirían en los líderes de la misma.

P - ¿Era básicamente un movimiento de jóvenes, no se da una relación orgánica con otro tipo de partidos?


RJV - Se pueden registrar algunos antecedentes en el movimiento pacifista de la segunda mitad de los años cincuenta contra el rearme atómico (porque Adenauer había dicho que la bomba atómica no era más que “una artillería mejorada”). También en el movimiento contra la prohibición del partido comunista en el año 56. Había una izquierda liberal, los escritores daban expresión a cierto malestar… Marcuse dijo en una entrevista que le hicieron a raíz de mayo del 68 que el movimiento alemán había tenido unos siete años de preparación.

En efecto, a comienzos de los sesenta, por ejemplo, empezaron a surgir los “asistentes”, individuos que habiendo terminado ya sus estudios le colaboraban a los ordinarios, a los profesores, y que jugaron un papel clave en la gestación del movimiento. Jóvenes académicos radicales, como Klaus Meschkat (que estuvo en Medellín, a comienzos de los setenta, como profesor de sociología); como Ekhardt Krippendorf, como Johannes Agnoly, asistente del profesor Kurt Flechtheim, el historiador del partido comunista alemán durante la República de Weimar… Fueron estos jóvenes intelectuales quienes comenzaron a luchar contra el olvido y contra las tendencias restauradoras, autoritarias, que impregnaron la “Era Adenauer”: se propusieron rescatar el pasado y propugnaron por una democratización de la sociedad y la universidad.

P - ¿Qué tiene que ver Daniel el Rojo?

Él es de origen alemán...


RJV - Daniel Cohn-Bendit nunca tuvo ninguna importancia como ideólogo, como si la tuvo Rudy Dutschke, por ejemplo, que era un individuo de condiciones excepcionales, un tipo fuera de lo común... Una vez lo vi cuando llegaba a la biblioteca de la universidad a devolver nueve libros y a sacar otros tantos… Tenía todas las obras de Marx subrayadas en cuatro o cinco colores, conocía el ruso –incluso el ruso medieval– y trabajaba como asistente-investigador en el Instituto para la Europa Oriental de la Universidad Libre de Berlín… Otros dirigentes estudiantiles de gran formato eran Bernd Rabehl y Wolfgang Lefevre, a quien no lo querían dejar graduar porque polemizaba y tomaba partido contra Max Weber en su tesis…

P - ¿Conoció en algo la diferencia entre el movimiento juvenil alemán y francés?


RJV - No, nunca tuve suficiente intimidad con el movimiento francés. Los desarrollos de mayo del 68 en París los seguí a través de la TV. Pero en Alemania había comenzado tres años antes, en el 65.

P - ¿Eran mucho más maduros en Alemania?


RJV - Intelectualmente más maduro, la gente era mucho más sólida, mejor formada. Rudy Dutschke había crecido en la República Democrática Alemana (la comunista), de joven había querido ser periodista de deportes. Se vino de la RDA para Berlín occidental y no quería saber nada del marxismo. Pero lavando platos en el Hotel Hilton se encontró con un húngaro que había sido discípulo de Lukács. Fue ese húngaro el que le mostró la diferencia entre Marx y Stalin. Rudy, Bernd Rabehl, Klaus Meschkat, Wolfgang Lefevre, eran individuos sumamente serios, muy formados y estudiosos.

P - ¿Tuvo problemas Adorno con el movimiento estudiantil del 65 al 68?


RJV - Me atrevo a pensar que hubo algo de filisteísmo de su parte: él llamó a la policía para que ocupara el Instituto, inclusive su infarto se relacionaba con eso…

P - ¿Habermas cerró el instituto?


RJV - No fue Habermas, fue el mismo Adorno quien llamó a la policía. En cierta ocasión una estudiante se quitó la blusa frente a Adorno mientras impartía una lección y le mostro los pechos. Se desconcertó mucho y unos meses más tarde, en el verano del 69, sufrió un infarto fatal. Estaba relativamente joven, tenía sólo 66 años. El manifestó por entonces que nunca había sospechado que hubiera gente que quisiera realizar su modelo teorético con base en bombas molotov…

En esa época se dijeron cosas muy desafortunadas. Horkheimer participó como orador principal en la “semana de la amistad con los Estados Unidos” en el 67 o en el 68, en medio de la campaña contra la guerra de Vietnam, y llegó a decir que el Vietcong era un movimiento fascista… Ahora recuerdo el momento en que la profesora Margarita von Brentano, una gran intelectual que me enseñó a leer a Marx y a Hegel, protestó contra todo ello en el Auditorio máximo de la Universidad Libre de Berlín y manifestó su desacuerdo con lo que estaba diciendo Horkheimer, puntualizando que no se podía hablar indiscriminadamente contra la violencia porque había sido la violencia del ejército rojo la que había liberado a Alemania, de la dictadura hitleriana. También se publicó por entonces un libro con el título La Izquierda le Responde a Habermas, porque éste se había referido a algunos manifestantes del movimiento estudiantil –del cual y en parte con razón era muy crítico– con una expresión muy desafortunada: Linker Fascismus (“Fascismo de Izquierda”).

Ellos se encontraban entre dos fuegos porque Kurt Georg Kissinger el canciller de la República Federal en esa época, llegó a decir públicamente que “no habían faltado seductores de la juventud entre los profesores alemanes” y en razón del anticomunismo furibundo que imperaba en Alemania durante ese tiempo era muy grande el efecto que esto podía producir. El rechazo era mucho mayor frente a un Herbert Marcuse…

P - ¿Hasta que murió?


RJV - Sí, es el que más cerca siento, el que más me impresionó y quien dejó en mí una huella muy honda fue en realidad Marcuse. Además le conocí personalmente.

P - ¿Por qué la lectura de la llamada Escuela de Fráncfort en el país es tan tardía?


RJV - Yo creo que la recepción de la filosofía radical alemana del siglo XX en Colombia y en el mundo hispanoamericano es muy tardía, por la sencilla razón de que estos pensadores tuvieron un renacimiento apenas a mediados de los años 60. Quiero decir con ello que su desconocimiento durante lustros, la postergación de su difusión y de su efecto fue una consecuencia de la dictadura de Hitler, y de la guerra fría. Lo que había en filosofía en Alemania en los cincuentas era un trabajo epigonal de los discípulos de Heidegger, sólo en la década del sesenta volvió a aflorar una discusión que había comenzado cuarenta años antes, a consecuencia del movimiento estudiantil. Fue el movimiento estudiantil de los años sesenta el que rescató a estos pensadores. Recuerdo que a mediados de los sesenta, cuando yo estudiaba en Berlín, los miembros de la SDS –la liga de estudiantes socialistas– comenzaron a imprimir y difundir ediciones fotomecánicas de la Dialéctica de la ilustración.

En mi biblioteca tengo la primera edición, de 1947, de la Querido Verlag de Historia y Conciencia de Clase, en impresión fotomecánica. Ellos comenzaron a sacar los escritos de la Revista de Investigación Social en ediciones pirata, recuerdo que en las librerías cercanas a la universidad y frecuentadas por los estudiantes había todo un estante lleno de “Raubdrücke”, de ediciones piratas. Los textos clásicos de los veinte y comienzos de los treinta de Horkheimer, Adorno, Marcuse, Fromm, Wilhelm Reich, Siegfried Bernfeld –para no mencionar sino algunos nombres– se comenzaron a leer en fotocopias a mediados de los sesenta. Apenas a finales de la década la editorial Fischer editó una recopilación en dos volúmenes de los escritos de Horkheimer, que estuvo a cargo de Alfred Schmidt.


Bueno, en los años sesenta conocieron algunas traducciones de la Escuela de Fráncfort en Editorial Sur o Alfa…


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