lunes, 14 de enero de 2013

EL MITO DE LA LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÓN


EL MITO DE LA LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÓN
David Jiménez[1]

Desde hace más de 20 años con el proceso constituyente de 1991 se tenía la premisa de la lucha frontal contra la corrupción, de la que hablan tantos los gobernantes a nivel nacional y territorial. Desde entonces, la producción normativa para prevenir, detectar y sancionar la corrupción se encuentra en la leyes 42 de 1993, 190 de 1994,  610 de 2000 y 1474 de 2011; y de manera especial en las herramientas legales para el órgano de control fiscal en cabeza de la Contraloría General de la República y las respectivas instancias territoriales.

Lo nuevo en producción normativa

Por estos días, la Directora de Transparencia Internacional Elizabeth Ungar (El Espectador, Enero 10 de 2012), quien años atrás fuera una entusiasta de la izquierda nacional, en su reciente columna resalta la importancia de la Convención para Combatir el Cohecho de Servidores Públicos Extranjeros en Transacciones Comerciales Internacionales,  de la cual Colombia ha hecho la adhesión ratificada en la Ley 1543 de 2012. La columnista señala que el Gobierno Nacional ha tenido la voluntad pero limitada de luchar contra la corrupción;  así parece desprenderse de lo afirmado por  la Contralora Sandra Morelli, para quien la lucha contra este flagelo se encontraba frenado[2], y ella añade ahora  la necesidad de castigar el cohecho en operaciones comerciales internacionales.

A nivel internacional, las empresas y gobiernos extranjeros tienen la capacidad económica para sobornar a servidores públicos para cualquier operación comercial, para lo cual consignan el soborno en un paraíso fiscal en el Caribe, Europa ó Asia. Nunca detectamos dichos comportamientos de los funcionarios públicos en las altas esferas de la negociación internacional;  y mucho menos si lo mismo se practica de modo inveterado a nivel nacional con la financiación ilegal de campañas políticas, contratos inconclusos, recursos desviados de su finalidad legal, soborno a servidores públicos para favorecer intereses privados en sus decisiones administrativas, para enumerar apenas los comportamientos más conocidos.

Lo que no se hace

En las campañas políticas a nivel nacional y territorial siempre está presente la lucha contra la corrupción en la agenda. Algunos señalan que aún dan buenos réditos electorales, pero jamás se mira el diseño institucional para prevenir, detectar, investigar y sancionar la corrupción pública ó privada.

En particular, la Procuraduría General de la Nación encargada de guardar la moralidad pública, sus funcionarios en las procuradurías delegadas a nivel departamental y provincial deben ser servidores públicos nombrados por meritocracia, independientes y autónomos de la clase política regional. Lo cual para nada ocurre, es, para recordar a Montesquieu e Inglaterra juntos, un feudo podrido. Para la muestra tenemos un botón actual.

Otro tanto pasa con las Contralorías territoriales, sus contralores nombrados por las corporaciones públicas (Asambleas y Concejos) terminan nombrando por elección política a los amigos afines al gobernante para que haga el control fiscal. La corrupción está enraizada en la fuente, y repartida entre la clase política nacional y regional que hiede como las basuras mal recogidas por la administración Petro en Bogotá.

Las Personerías municipales pareciera que han tenido un gran avance, aunque se verá reflejado hasta en el 2016, porque la ley 1551 de 2012 indica que serán nombrados por concurso público de méritos. El concejo municipal deberá nombrar a la persona que ocupe el primer lugar. Esta reforma no jugará para la anunciada reelección de Santos y sus contendores. Así mismo, se afirma que la Unidad de Delitos Contra la Administración Pública de la Fiscalía General de la Nación es  un órgano técnico y meritocratico, ajeno a la clase política nacional o regional, pero nada dice acerca de cómo concretar tal decir.

El Congreso de la República dio ejemplo de la necesidad de nombrar por concurso público de méritos a los Personeros Municipales por sus pares en los concejos municipales, pero le colocaron la talanquera para que no los afecte a ellos y sus trapisondas electorales inmediatas. Igual debieron tocar en esta cruzada teñida de “moralina” la necesidad de una reforma constitucional para hacer lo mismo con la elección del Procurador y Contralora General de la República, definiendo al menos criterios de tipo técnico-meritocrático y no de tipo politiquero como siguen siéndolo con poquísimas excepciones.

En no pocos casos, ya probados y denunciados en la prensa nacional y regional, los procuradores delegados y provinciales y las gerencias departamentales de la contraloría alimentan el círculo vicioso de los apetitos burocráticos y de corrupción de los que ocupan la silla en el congreso que a su vez elige Procurador y Contralor, y así sucesivamente. Hasta que consiguen la pensión que paga sus buenos servicios de por vida; o más allá, como se ha probado en algunos casos que son el súmmun de la aberración sólo comparable con las pensiones de los magistrados de las altas cortes y los expresidentes.

La más de las veces es más la propaganda de la lucha contra la corrupción. Aún no sabemos cuál es el monto de los dineros públicos robado por los primos Nule y los castigos a su sancta cadena de cómplices,  así como tampoco los obtenidos por los “empresarios” del sistema de salud, y de muchos casos más que alimentan con generosidad las arcas del capital financiero, que en últimas, como en Estados Unidos también, invierte en las campañas presidenciales, triunfantes y perdedoras.

El Gobierno Nacional tiene un eje de lucha contra la como lo hace uno de los hijos del asesinado, Luis Carlos, Carlos Fernando Galán, secretario de Transparencia de la Presidencia, quien reemplazó a otro delfín del extinto Nuevo Liberalismo, el hijo del asesinado Rodrigo Lara; pero si de eficacia se trata ha de existir celeridad y eficiencia garantizada en los procesos disciplinarios, fiscales y penales para conocer los castigos y la recuperación del dinero robado por servidores públicos ó empresarios, o al menos, un premio de consolación, porque casi nunca se recuperan los dineros, puesto a “buen seguro” en las faltriqueras de familiares, amigos, o al cuidado del secreto bancario.

PD: Un avance para una lucha efectiva contra la corrupción provendría de que los órganos de control y el Ministerio Público no estén capturados por la clase política ó la empresa privada tal como sucedió en Bogotá, donde los contratistas corruptos tenían a sus pies a la Contraloría Distrital y la Alcaldía Mayor. La cura es democracia participativa y deliberativa, no el placebo que conocemos como democracia liberal (representativa), cuya ineficacia está más que probada.


[1] Politólogo, Participante del Grupo Presidencialismo y Participación UNIJUS/COLCIENCIAS.
[2] El Espectador (Diciembre 11 de 2012). Contralora advierte que se perdió impulso en lucha contra la corrupción. Recuperado de http://www.elespectador.com/noticias/economia/articulo-391989-contralora-advierte-se-perdio-impulso-lucha-contra-corrupcion

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