sábado, 3 de mayo de 2014

ABRIENDO  UNA CONVERSACIÓN

EL PENSAMIENTO DE MODA

                                                   La condición humana está mágicamente diseñada. Mágica, en la medida que la ciencia no permite fijar de modo concreto, sin margen de error, su origen ni su fin e inclusive su dual existencia. 

A partir de ello, la antropología como la sociología y demás ciencias físicas y sociales que la estudian estarán siempre deambulando entre lo que es y lo factible de su ser, otorgando la posibilidad al pensamiento de auscultar y obturar  sus misterios, siempre dejando espacio para uno nuevo. 

Hago la afirmación categórica, sin la esperanza que en el futuro la ciencia logre tales resultados, con base en mi formación religiosa que enseña que la obra de Dios es insondable y que nunca por más que el hombre intente conocer, aún por toda la vida que agote en ello, logrará sondearla toda, dicho en mis palabras.

Utilizo  el término auscultar, porque a semejanza del médico que coloca su oído para escuchar y diagnosticar, lo que los griegos llamaban “las vísceras”, esos órganos internos flexibles que reciben y transforman  sangre y alimentos sólidos y líquidos, he puesto mi atención, en la conducta de los hombres que tienen por profesión o pasión el manejo del pensamiento y la palabra, llamados intelectuales. 

Ellos, al igual que todos los seres humanos giran espontáneamente su mirada hacia el lugar donde se produzca ensordecedor ruido, y dicho de manera doméstica, prestan atención a la moda, a lo que en el momento se acostumbra usar, ajeno a si es útil, conveniente, lucrativo, pedagógico, político o cualquier otra consideración sino la de usarse por el común y generalidad de la gente.

De modo que todo acontecimiento que por su envergadura se hace públicamente notorio, es acogido por la generalidad de las plumas para rendir con su discurso honores o agravios. Entonces los diarios, libros, blog discurren sobre el asunto apasionadamente sin mirar desde arriba, alrededor y desde abajo, por dentro y por fuera el asunto sino  al ritmo del caudal emocionado de sus discursos,  como ocurre por ejemplo, con la muerte de Gabriel García Márquez,  el imaginativo escritor colombiano que con su obra “Cien Años De Soledad”  principalmente, mostró un exquisito relato descriptivo e inamovible de una región del país.

En lo demás, al igual que la generalidad de literatos sometió su ingenio y pluma al historial de relatos  particulares y singulares. Sin tener en consideración, que pecó al inundar de vulgarismos sus contenidos, vulgarizando la prosa, que hasta ahora, se caracterizaba como un sitio inmaculado del quehacer humano, lo que lo identificó con el común de la gente y con la juventud, que a partir de él, empezó a reducir su lenguaje a un corto número de palabras soeces.  

Él falló como patriota, pues optó por sus placeres palaciegos más que por el compromiso social y político con su pueblo, en el cual ejerció notable influencia, como puede verse por el acopio de manifestaciones públicas celebrando su partida, aunque celebrar no es la palabra precisa para lamentar la muerte de alguien.

De manera, que quienes como el profesor ecuatoriano Francisco Hidalgo Flor, atribuye a García Márquez el raudal de influencia determinante en la nueva conformación cultural y política de Latinoamérica, realizan un análisis apasionado y empobrecido de la realidad.

¿Nada hay nuevo bajo el sol?

                                                           Debo recordar que la consideración del discurso de  Gabo en 1982, que cita el profesor Francisco Hidalgo en su artículo “Latinoamérica diferente y realismo mágico: caminos de García Márquez”, publicado por el blogs del Seminario Internacional Gramsci, respecto a “Interpretar la realidad de los y las latinoamericanos con instrumentos culturales y de análisis que provengan de nuestras raíces y procesos, desechando los recursos convencionales de un eurocentrismo económico hegemónico”, es  antiquísima. 

Desde los orígenes de nuestra Historia conceptual, José Manuel Restrepo, en su “Historia de la Revolución en Colombia”, ya daba visos abogando por un lenguaje auténtico, autónomo e independiente. 

Nuestros historiadores como Hernando Téllez, Eduardo Nieto Arteta, Ramón Vinyes, Gabriel Misas, Eduardo Santa, Francisco Posada, Alvaro Tirado Mejía, Gonzalo Gaviria, Germán ARCINIÉGAS, Jaime Jaramillo Uribe, Gerardo Molina, Gustavo Álvarez Gardeazabal, desde los años 60s y 70s, venían promulgado la necesidad de una identificación nacional, de una autodeterminación social y política sin influencias exógenas.

A nivel de nuestras letras sin  la brillantez del estilo de García Márquez pero sí con sinceridad nos hicieron el relato inmemorial de su medio y su tiempo, el autor de la Vorágine,  José Eustasio Rivera,  el Chambacú de Manuel Zapata Olivella,  Siervo sin Tierra de Eduardo Caballero Calderón,  la Colombia Amarga de Jaime Castro Castro Caicedo, La Rebelión de las Ratas de Fernando Soto Aparicio, y otros más, que sin duda, hicieron lo suyo. 

A nivel de Latinoamérica, no podemos olvidar que Alejo Carpentier, Oscar Collazos, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, también entre otros muchos, desde sus tinteros preconizaban la necesidad de la independencia en las letras allende de las propia historia, necesidades, aspiraciones y conveniencias de cada pueblo latinoamericano. 

Fue un “boom”, que venía madurando desde finales del siglo 19.  No fue García Márquez con su ingenio, fue la natural evolución de un pueblo o naciones que acaban de conocer la libertad después de 500 años de sumisión. Hasta lo preconizó Simón Bolívar en sus discursos. Es el resultado histórico del periodo juvenil de América Latina. 

Ese desarrollo, como todos los desarrollos,  tiene origen multipolar, multifacético y objetivamente debe atribuirse a un conjunto de causas y de autores, y no a un solo sujeto, que sin duda, escribió su obra cumbre con suma genialidad.

 ¿Una nueva Utopía?

El  “Emprender en una nueva utopía de la vida, donde los pueblos puedan decidir por sí mismos y se abra una segunda oportunidad.”   También al entendiendo del autor Francisco Hidalgo Flor, autoría de Gabo, erra nuevamente, a mi entender, toda vez, los pueblos pueden decidir por sí mismos independientemente, cuando han crecido, madurado y comprendido su ser y hacer y reconocido sus potencias, necesidades y el modo de satisfacerlas. Cuando han dejado la infancia, cuando ya no necesitan de los grandes y adultos para alimentarse, desplazarse y autoabastecerse. Todo esto viene con el tiempo y la intrínseca historia de cada pueblo. 

La violencia de la conquista y colonia que no acaba en los infantiles gobiernos latinoamericanos recién emancipados, se perpetua hasta el siglo XX, y aún no fenece. Pero ese sentido individualista y arrogante amante de la codicia, propia de los niños, transmuta también en los pueblos por la indomable y creativa juventud, de los mismos, con crisis de identidad, necesidad de autodominio y autodeterminación, y amigos de la amistad y respeto por el otro.

 Respecto a mi país

                                                   Repito con el Doctor López Michelsen, “…la juventud que siempre se ha caracterizado por un espíritu crítico impecable. Ese mismo espíritu crítico es el que hoy más nunca  necesita Colombia para salir de la encrucijada en la que se encuentra (…) y si algo ha demostrado nuestra historia es que la inteligencia creativa del pueblo colombiano suele agudizarse en períodos de crisis. 

De ahí que yo también suscriba las palabras que pronunció mi padre poco antes de morir: ” Palabras Pendientes. Conversaciones con Enrique Santos Calderón” Ancora Editores. 2001. Pág. 191.

La motivación  de un profesor ecuatoriano 

Agradezco las ideas del profesor Hidalgo Flor, por servirme de instrumento para exteriorizar estas ideas, que concluyen afirmando  la era renacentista del amor, de los intereses comunes, del deshacerse de la codicia y  abandonar los predominantes anhelos de productividad y capitalismo.

Ellas son el fruto del desarrollo de la humanidad, cuando cada nación ha aprendido y aprehendido el valor del ser humano individual y social, materialmente, y la necesidad de conservarse y permanecer en esa instintiva lucha por la vida. Esta consciencia es el producto colectivo que evoluciona. No es la obra de un héroe,  sino el producto histórico del hombre que avanza, en su desarrollo  dialéctico consustancial.


Ya que tenemos la posibilidad del ocio elegante, esforcémonos en ser positivos científicamente, objetivos, dialécticos en el análisis de las situaciones. Dejemos las modas para quienes sólo tienen talento  para lucir trajes y engalanarse ante los demás.  

Seamos más que vísceras, seamos sangre que toma y lleva a todo los órganos, espíritu generoso y agradecido, características que aplaudo en quienes han galardonado tan sublimemente a nuestro nobel, que es por este hecho, el premio nobel  que merece nuestro mayor reconocimiento y gratitud, pues por ello sí nuestras letras colombianas salieron del anonimato. 

Gracias García Márquez, paz en su tumba.


D.

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